REBELIÓN EN LA GRANJA (1945)
GEORGE ORWELL (1903-1950)
1. ANTECEDENTES.
LOS
PROCESOS DE MOSCU. Fueron tres procesos públicos, celebrados entre 1936 y 1938,
en los que el Tribunal Supremo de la URSS juzgó y condenó a más de 50 personas,
dirigentes todos ellos del antiguo Partido Comunista de la Unión Soviética,
surgido de la Revolución Rusa y orientado a la instauración paulatina de la
Dictadura del Proletariado. Acusados de desviacionismo trotskista,
derechización, alta traición, espionaje a favor de potencias extranjeras y
organización de grupos terroristas fueron condenados a muerte y ejecutados en
su mayoría. Estos sucesos fueron conocidos por Orwell durante su estancia en
España, durante la Guerra Civil, en la que participo en defensa de la Republica
Española.
ORWELL EN
ESPAÑA. Orwell participó en la guerra civil formando parte en las milicias del
POUM ( Partido Obrero de Unificación Marxista), partidario de la instauración
de la Revolución del Proletariado y de la unificación de todas las fuerzas
revolucionarias. Su estancia en España la recuerda en su libro HOMENAJE A
CATALUÑA, en donde describe el enfrentamiento entre el POUM y PSUC (Partido
Socialista Unificado de Cataluña), de orientación comunista, cuyo objetivo es
ganar la guerra con la ayuda de la URSS, y que consiguió condenar y perseguir
al POUM, hasta su desaparición.
En 1937,
durante su estancia en España y con su bagaje sobre la guerra, comenzó a
trabajar en su libro REBELION EN LA GRANJA, que terminaría en 1943 y que no
pudo publicar hasta 1945, al ser rechazada su publicación por parte de cuatro
editores. Todas estas dificultades aparecen en el Prólogo del libro,
incorporado a él varios años después.
PRÓLOGO. LA LIBERTAD DE PRENSA. Las razones que, según el autor, se oponían a
la publicación del libro, al ser considerado este “una fábula contra la
dictadura soviética”,eran :
* Inoportunidad
de publicarlo en plena Guerra Mundial, siendo Rusia uno de los países
contendientes.
* Actitud
del Ministerio Inglés de Información, no aceptando que el libro señalase a una
sola dictadura en lugar de hacerlo sobre cualquier tipo de ellas. También
consideraba ofensiva para el pueblo ruso, que la casta dominante en la fábula
fueran cerdos.
* Temor de
los editores a la “opinión pública” y a su repercusión económica. En este punto
Orwell añade: “En este país, la cobardía intelectual es el peor enemigo al que
han de hacer frente periodistas y escritores en general. Se trata de un hecho
grave.
* La prensa
británica, actualmente, está muy centralizada y es propiedad, en su mayor
parte, de unos pocos hombres adinerados y muy interesados en no mostrarse
demasiado honestos al tratar de ciertos temas importantes. Sin prohibir
radicalmente determinadas publicaciones establecen una velada censura,
aconsejando “lo que debe” y “lo que no debe” publicarse. Y sin llegar a
despedir a nadie tienen suficiente capacidad y eficacia para “silenciar” a periodistas y escritores independientes y críticos con la ortodoxia
establecida.
* La
ortodoxia inglesa dominante en ese momento exige una admiración hacia Rusia sin
asomo de crítica. Prohíbe publicar
denuncias de hechos que la propia Rusia desea ocultar. Aceptar, con total servilismo, todo tipo de
propaganda soviética, incluso sobre temas importantes tratados con absoluto
desprecio de la verdad histórica y a la
honestidad intelectual. Sembrar dudas sobre la sabiduría de Stalin está
considerado casi una blasfemia.
Sobre la
pregunta que Orwell se hace a si mismo acerca de LA LIBERTAD DE PRENSA -
¿MERECE SER ESCUCHADO TODO TIPO DE OPINION, POR IMPOPULAR QUE SEA? –se contesta
con las palabras que sobre el tema citan Rosa Luxemburg - “EXISTE LIBERTAD SI HAY LIBERTAD PARA TODOS LOS DEMAS” – y
VOLTAIRE, cuando afirma –“AUNQUE DESPRECIO TUS IDEAS, DARIA MI VIDA POR QUE
PUDIERAS MANIFESTARLAS LIBREMENTE Y PUBLICARLAS”-.
Y
concluye Orwell diciendo que para el general conocimiento de estas
circunstancias es por lo que ha decidido escribir este prologo.
LA NOVELA:
REBELIÓN EN LA GRANJA.
La granja
de los Jones ha entrado en profunda decadencia, llegando la situación a niveles
muy bajos. El señor Jones se ha convertido en un borracho y la granja está
abandonada. Los animales son maltratados, están abandonados y pasan hambre. El
desorden, la ruina, la miseria y el hambre han hecho su aparición.
Ante esta
situación, todos los animales de la granja, de mutuo acuerdo, se rebelan contra
los dueños humanos y logran vencerlos, castigarlos y expulsarlos de la granja.
Reunidos
en asamblea para celebrar el triunfo de la rebelión, establecen un plan de
actuación. Definen el ANIMALISMO como un conjunto de ideas y contenidos a
respetar. Señalan los nuevos PRINCIPIOS ( todos los animales son iguales .
Todos los animales son hermanos. Ningún animal maltratará a otro animal. Los
hombres son nuestros enemigos. Ningún animal tratara de parecerse a ningún
hombre, ni adoptar ninguno de sus vicios). Le cambian el nombre a la granja,
adoptando el de GRANJA ANIMAL, así como un himno para la nueva comunidad (
“BESTIAS DE INGLATERRA”). Deciden no utilizar la lujosa mansión de los Jones,
destinándola a su uso como MUSEO. Establecen sus normas de convivencia,
contenidas en LOS SIETE MANDAMIENTOS, y elaboran las NORMAS PARA LA
ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO, cuyo cometido recae en los cerdos y en los perros (
que han aprendido a leer y escribir ) y en sus líderes respectivos.
Transcurridos
varios años, la Rebelión fracasa. La desconfianza empieza a nacer entre los
grupos de animales y entre sus jefes. La rivalidad y la envidia se va tornando
en odio y violencia. Surgen acusaciones de alta traición y de ejercer espionaje
al servicio de los antiguos dueños. Así, el grupo de los cerdos, con su líder
Napoleón a la cabeza, terminan asumiendo el mando único de toda la comunidad,
juzgando y condenando a los animales disidentes, y ejecutando o expulsando de
la granja a aquellos que piensan de forma diferente.
A partir
de ahí, el grupo dirigente se instala en la mansión de los Jones. Empiezan a
beber y a fumar, a dormir en cama, aprenden a andar como los hombres, apoyados
en las patas traseras y empiezan a usar ropa de hombres. La relación entre el
grupo dirigente y el resto de los animales se va distanciando, no se informa
sobre la explotación de la granja, se manipulan las cifras. El aumento de
gastos se traduce en un mayor número de horas de trabajo para los animales y en
una reducción de comida.
El grupo
dirigente han establecido relaciones con los de otras granjas vecinas. Empiezan
a celebrar reuniones y fiestas. Beben y fuman, y han aprendido a jugar a las
cartas. Y a hacer trampas. Y a gritar y a insultar. Y a agredirse entre ellos
con tal violencia, que los demás animales de la granja terminan por no saber
distinguir entre quienes son los cerdos y quienes los hombres.
Aunque la
novela fue concebida como una dura crítica contra el estalinismo, en realidad
su carácter abarca a cualquier tipo de totalitarismo, denunciando toda la
corrupción que engendra el poder y toda la manipulación que puede hacerse de la
verdad histórica.
MANUEL JIMÉNEZ - Albacete, mayo de 2021-
Discurso íntegro de Irene Vallejo en la Aljafería
Por la profundidad de su contenido y la belleza de su forma no me resisto a no ofreceros esto:
El discurso de
Irene Vallejo tras recibir el premio Aragón 2021 fue uno de los grandes
momentos del acto institucional del día de Aragón. Aquí lo reproducimos en su
totalidad.
Buenas
tardes, autoridades, autores, público autorizado.
A quienes nos escuchan desde sus
casas y en sus cosas, mi abrazo prudente y cariñoso.
Aunque en este día de San
Jorge, como se decía en los cuentos y en los mapas antiguos, “aquí hay
dragones”, seguimos celebrando el Día de Aragón y del Libro, que
muy simbólicamente coinciden y confluyen en la misma fecha. Frente a la
amenaza cierta de las fieras, volvemos a reunirnos en esta fiesta primaveral,
nuestro día de acción de gracias a las palabras, a nuestras raíces y
nuestras alas.
Hoy, me gustaría encontrar en la
biblioteca secreta de un antiguo palacio, un diccionario que albergara mil
formas posibles de expresar gratitud:
Gracias al presidente Javier
Lambán, por su confianza generosa. Al jurado, personas que considero
mis maestras y referentes, por haber contemplado mis posibilidades más que mis
realidades, por premiar la esperanza más que la experiencia. A quienes me
abrieron las puertas del periodismo –Guillermo Fatás, Encarna Samitier–,
y a las Artes y las Letras –Antón Castro, José Luis Melero–. Pienso
que esta es una tierra de cierzo bondadoso y, a veces, también
desmesurado.
Deseo estar a la altura de este
espléndido regalo y –quizás– merecerlo en los años venideros. En los
caminos inciertos del porvenir, este regalo será siempre un respaldo, un
impulso cuando tiemble el pulso sobre el papel, una mano tendida. Me
emociona que esta dulce exageración suceda aquí, en mi tierra. Recuerdo un
mito griego que retrata este misterioso cordón umbilical que nos une al lugar
donde nacimos. Anteo era un gigante, hijo de la diosa Tierra, y con
solo tocarla sacaba de ella una fuerza extraordinaria: se llenaba de
vida.
Su madre le transmitía una corriente
invisible de vigor. Igual que el secreto poder de Sansón era su melena, el
de Anteo era su arraigo. Cierta vez luchó cuerpo a cuerpo
con Hércules. El gran forzudo griego solo pudo vencerle levantándolo en
vilo y separando sus pies del suelo. Hasta el último aliento, cuenta la
leyenda, Anteo buscó agónicamente la caricia de su tierra materna. Sí,
en la antigua mitología aprendí que hasta los gigantes agradecen jugar en casa
y que todo gran viaje necesita una Ítaca añorada.
En la última década, he recorrido
los caminos y las comarcas de Aragón, trazando rutas zigzagueantes por una
recóndita geografía de institutos y bibliotecas rurales, allí donde los clubes
de lectura desembocan en el ritual de la tortilla de patata y las croquetas
compartidas. Desde los Pirineos al Maestrazgo, entre maestros y
bibliotecarias, he conocido a los herederos contemporáneos de los antiguos
bardos al amor del fuego. La lectura puede parecer una actividad
sedentaria, pero en realidad nos devuelve a la condición nómada y andariega de
las buenas historias.
Durante estas peregrinaciones he
aprendido que se hace camino al leer, y, a veces, en las carreteras azuladas al
atardecer, me he sentido hechizada por las brujas de Trasmoz, o
descendiente de aquel viajero somarda, Pedro Saputo, oriundo de Almudévar. En
nuestros pueblos, en nuestros barrios, he conocido la hospitalidad desbordante
de quienes aman los libros: a cada empanada, mis bocados de gratitud. Por eso,
me gustaría que este premio se lea como una reivindicación de la cultura
aragonesa.
Vivimos en una tierra de viento,
huellas, desierto y cimas. Lugar de paso y de pasión artística. De gente
que resiste, bromea, viaja y crea. Es imposible olvidarlo en esta Aljafería de
yeserías trenzadas y cielos de oro, arquitectura bilingüe, vivienda de
poderosos y hoy palacio de nuestras convicciones democráticas. La primera
idea, la semilla inicial para escribir El infinito en un junco brotó
precisamente aquí, en este palacio, en esas conversaciones literarias que
organiza nuestro querido Fernando Sanmartín. El lugar justo:
un edificio que, tras una larga historia conflictiva, acoge la esperanza de
forjar acuerdos.
Nuestras palabras aprendieron a
volar con el cierzo, son
viajeras, buenas conversadoras. Nos lo recuerdan los artistas mudéjares,
que inventaron una belleza mestiza en el umbral de dos civilizaciones. Goya,
que pintó las sombras del siglo de las luces. Y la irreverencia de Buñuel,
que revolucionó nuestros sueños a ambas orillas del océano. Por esas
mágicas alineaciones que a veces suceden en una misma época en un territorio de
pronto favorecido, hay una increíble foto del año 1917 que
retrata a los alumnos del Instituto General y Técnico de Zaragoza –hoy
Instituto Goya, donde yo estudiaría décadas más tarde–.
En esa imagen posan Buñuel,
Sender y María Moliner. De Buñuel y Sender se sabe que no se llevaban
bien. Los dos eran rebeldes, pero cada uno a su manera. El de Calanda era
peleón y pendenciero, mientras que Ramón escribía ya sus primeros pensamientos
anarquistas. Todos se vieron obligados a viajar: unas veces,
demasiado lejos; otras, en rincones de profundo silencio.
Nuestros vientos desenterraron
incluso antiguas ciudades. Pompeya, Herculano y Estabia, vivían
olvidadas en su burbuja de tiempo, ceniza y lava, hasta que un Zaragozano
excavó ese mundo petrificado. El ingeniero Roque Joaquín de Alcubierre pidió
permiso al rey para investigar unos eriales donde se habían hallado algunas
esculturas. Tuvo que insistir fervientemente para emprender una excavación
a gran escala, dada la escasez de herramientas y de personal disponible. Y,
así, un fragmento de la antigua Roma emergió ante los ojos maravillados del
mundo. La terquedad aragonesa, motivo de infinitas bromas,
también es madera de descubrimientos.
Precisamente, ya desde tiempos
romanos fue Bílbilis capital de la poesía. Marcial, el
poeta con más sorna e ingenio tuitero del antiguo imperio nació aquí. Y
también fue bilbilitana la viuda Marcela, su mecenas. Cuando
el maduro poeta regresó a su tierra natal después de décadas en Roma, ella le
regaló una finca con prados, rosales, hortalizas, acequia, anguilas y un blanco
palomar, para que viviera y escribiese. Y Marcial cuenta en su último
libro, escrito en Hispania, que se dedicó a holgazanear, levantarse tarde,
retozar con Marcela, comer a dos carrillos y hacer rabiar a los
envidiosos. Un hechizo de palabras debió quedar flotando en el aire, pues
a poca distancia de allí, en Belmonte de Calatayud, nacería
otro mago del ingenio, Baltasar Gracián.
Aragón fue pronto paisaje de
imprentas y librerías. Zaragoza
se cuenta entre las primeras capitales europeas en albergar el invento que
cambiaría el mundo. Desembarcaron en la ciudad artesanos flamencos y
alemanes, como Mateo Flandro y Jorge Cocci, que editó aquí algunos
de los libros más bellos del siglo XVI. Más de ciento cincuenta incunables
nacieron de las manos de aquellos maestros, que hicieron arte con láminas
iluminadas y el delicado encaje de los tipos, igual que antes los constructores
mudéjares escribieron renglones de ladrillo y cerámica en sus muros.
Además, las imprentas
aragonesas publicaban obras prohibidas en el Reino de Castilla, donde
regían normas de censura que no se aplicaron hasta mucho después en la Corona
de Aragón. Los libros eran más libres entre nosotros. A estos pagos
hospitalarios con las páginas, han acudido innumerables personajes
literarios. Y nosotros, acogedores, les hemos dado incluso lo que no
tenemos: siendo tierra interior, regalamos a Sancho Panza una ínsula
Barataria en Alcalá de Ebro.
En nuestras calles empieza El
manuscrito encontrado en Zaragoza, una de las novelas europeas más fascinantes,
poblada por bandidos, enamorados endemoniados, almas en pena, conspiradores,
impíos y peregrinos.
Librerías, escritores y tejedoras de relatos nunca han faltado en esta
tierra. Crecen tenaces, como esas flores que brotan cada primavera en las
grietas de los peñascos, destellos en rebelión contra la piedra y contra el
invierno.
Así revivimos en sus libros los
monstruos amables de Javier Tomeo, el duelo amarillo del añorado Félix Romeo,
los versos de los hermanos Labordeta y del exiliado Ildefonso Manuel Gil que,
en un hermoso poema, pidió a quien lo leyese: “cobíjame en tus sueños/ donde yo
velaré mientras tú duermes”.
Si cerramos los ojos, escucharemos esas voces que acunan nuestros sueños, esas
palabras que no se lleva el viento.
En este Día del Libro y de la gente
de palabra, quisiera evocar nuestro idilio con los jardineros de la
lengua –Moliner, Blecua, Alvar, Lázaro Carreter, Egido, Mainer,
Sánchez Vidal–. Del apasionado deseo de hablarnos unos a otras nace,
por ejemplo, ese sonoro verbo “charrar”, que ruge en la boca, o esos
irresistibles capazos que cogemos en la calle, sin quererlo ni planearlo, de
pie, estoicamente bajo un sol justiciero o los mordiscos del frío, por puro
amor a la conversación.
Sí, las palabras son aire
movido por los labios, y aquí somos expertos en besar el cierzo. Me
atrevo a soñar un capazo imaginario con el fantasma de María
Moliner. María, sigilosa hilandera de palabras, bibliotecaria, amazona de
los libros en las Misiones Pedagógicas, siempre admiraré el telar de tu mente
que tejió un diccionario entero, el mejor.
Estudié en tu mismo instituto, en tu
misma universidad. Tu casa estuvo en la calle Central, hoy Zumalacárregui, muy
cerca del piso de mi infancia. Pensar en tu labor original, renovadora y tenaz
frente a los obstáculos y las represalias siempre me ha insuflado fuerzas e
ilusión: así es como el pasado nos impulsa hacia el futuro. María, gracias.
Sé que te preocupan esos
discursos agoreros que susurran a los jóvenes humanistas que es inútil
este oficio tejido de arte, palabras y memoria. Con esa terca y suave
convicción que siembre te caracterizó, tú, que tanto sabes de derrotas
transformadas en logros, les dirías que persigan sus sueños. El futuro
les necesita. Os necesita.
En esta época de temibles
dragones, no quiero dejar de mencionar a nuestros mayores, que hoy
recibís un merecido reconocimiento.
Los libros son cofres de palabras que salvaguardan la memoria de
quienes nos preceden, invitaciones a escuchar las palabras de quienes albergáis
el tesoro de la experiencia. Ojalá aprendamos algo de estos
tiempos ásperos: cuidar a nuestros padres y abuelos, significa también
cuidar sus palabras y su recuerdo.
Y para cuidarnos, unas a otros, protejamos
la conversación común y el lenguaje, esta fabulosa herramienta con que
edificamos hallazgos tan felices como los derechos, la justicia y la
democracia, que son palabras mayores.
Durante la terrible peste de Atenas, Pericles edificó sus mejores discursos
ensalzando la ayuda mutua.
No es extraño que de la palabra lector derive el término elector: nuestras
decisiones se sostienen en las letras, los discursos, el diálogo
compartido.
Tal vez por eso, llamamos parlamento
al espacio parlanchín de la palabra, el lugar donde se celebra esa sorprendente
ceremonia que engendra los debates y las leyes, los textos que hilan el tapiz
de lo que somos.
No me extiendo más. Don Quijote nos enseñó que la justicia, la
aventura, la bondad y la utopía hay que inventarlas primero para vivir en
ellas, como se vive en las páginas de un libro.
Por eso, quiero terminar con unas
palabras de gratitud a los oficios que, cada día, nos acercan
a la utopía: la educación y la sanidad.:
Gracias infinitas al Servicio de
Neonatología del Hospital Miguel Servet, al doctor Segundo Rite y su equipo,
que salvaron la vida a mi hijo.
Y a las maestras del Colegio Tomás
Alvira, que hoy le acompañan en su pequeña aventura.
Mi homenaje a los hospitales, a los colegios y a la sociedad que los soñó para
todos.
Junto a la tierra materna de Anteo,
el humor somarda de Marcial, la generosidad de Marcela, las brujas de Trasmoz,
la magia de la imprenta, el desencanto lúcido de Goya, los exilios de Sender y
Buñuel, la silenciosa rebeldía de María Moliner, la cárcel de Félix Romeo y los
dragones contra los que hoy luchamos, el futuro está todavía por
escribir.
En los libros, donde vive y sueña nuestra familia
de papel, nos aguardan las ideas y las palabras que tejerán el relato que
seremos.
Contra cierzo y marea.
Con cuidados, con consensos, con
capazos, con cuentos.