Louise Glück, Nobel de
Literatura 2020
El PAIS-Cultura-8/10/2020-
“Por su inconfundible voz poética, que, con una belleza austera, convierte en universal la existencia individual”.
Con estas razones —y ante una audiencia de
periodistas debidamente separados y protegidos con mascarillas— la Academia
Sueca ha concedido hoy jueves el Premio Nobel de Literatura a la poeta
neoyorquina Louise Glück, de 77 años. Es, junto a Olga Tokarczuk, Svetlana Alexiévich y Alice Munro, la cuarta mujer
en recibir este galardón. Louise Glück : traición, mortalidad y amor
Los
argumentos de los jurados suelen manejar frases de repertorio sobre la
tradición y la vanguardia, lo global y lo local, pero esta vez el Comité Nobel
ha dado en el clavo. La austeridad y la autobiografía son los rasgos
fundamentales de una autora que ha publicado 12 libros de poemas, la mitad de
los cuales han sido publicados en España por la editorial Pre-Textos
En
unas declaraciones recogidas en la web del Nobel, la escritora recordaba su
impresión al recibir la noticia: “Lo
primero que pensé fue: ‘Me voy a quedar sin amigos’. Porque muchos son
escritores”, bromeó. Luego añadió que era un gran honor, aunque hay otros
premiados a los que no admira. Más tarde pensó en los que sí y, finalmente,
concluyó que podrá pagar la casa que quiere comprarse en Vermont. Pero, sobre
todo, dijo, le preocupa preservar su vida y su rutina con la gente a la que
quiere.
Profesora
en la Universidad de Yale y Poeta Laureada de los Estados Unidos en 2003,
Louise Glück atesora todos los premios posibles en su país: del Pulitzer
por El iris salvaje (1992)
al National Book Award por Faithful
and Virtuous Night (2014). En febrero pasado, además, ya fue
galardonada en Estocolmo con el Premio Tranströmer, promovido en memoria del
último Nobel sueco, fallecido en 2015.
“Me
he convertido en una anciana. / He acogido con agrado la oscuridad / que tanto
temía”, dicen unos versos de Vita Nova (1999). La vejez está
siendo benévola con Glück, algo que no puede decirse de su juventud, marcada
por el enfrentamiento con su madre, desgarro que dio lugar a algunos de sus
poemas más emocionantes y lúcidos. Nieta de judíos húngaros emigrados a Estados
Unidos, la nueva Nobel se crio en una casa de Long Island en la que aprendía
mitología griega y leía episodios de la Biblia (su hijo se llama Noé) mientras
fabricaba a mano los libros que ella misma escribía e ilustraba. “Siempre supe
que quería escribir”, declaró en una entrevista en 2012, el año en que se
publicó su poesía reunida. “Hubo un momento en que quise ser actriz. Luego me
di cuenta de que, en el fondo, lo que quería es que me aplaudieran. Tenía buena
memoria, pero carecía del don de actuar. Era una actriz de madera”.
Selección de la poesía de Glück
Para
Glück la escritura es una “venganza contra las circunstancias”. En sus primeros
años, concretamente contra el acoso escolar y el asfixiante dominio materno.
Sin embargo, antes que la escritura, su venganza tuvo una forma menos amable:
la anorexia. “Necesitaba quitarme a mi madre de encima”, afirmaba en la misma
entrevista. “También sentir que mi cuerpo era distinto al de los demás. Durante
un tiempo me pareció una estrategia maravillosa: me convertiría en un alma
pura, liberada de las limitaciones de la carne. El problema es que te mueres, y
yo no tenía impulsos autodestructivos. Estaba intentando crear mi propio yo”.
Si
el mundo grecolatino la ayudó a encontrar imágenes universales para sus
sentimientos, el psicoanálisis le enseñó a pensar y a encontrar el yo que tanto
necesitaba. El trauma, el desencanto, el desamor y la desilusión son los
grandes motores de una obra sencilla y clara que no prescinde del sentido del
humor.
A
pesar de que sus versos tienen en muchas ocasiones un hilo narrativo, Louise
Glück, que también ha cultivado el ensayo, nunca ha querido escribir ficción.
“Cuando quiero ser feliz leo una novela”, suele decir consciente del fondo
oscuro que atribuye, por luminosa que resulte, a la poesía. “Leer ficción es
como cocinar: lo hago por placer”.
La
comparación entre la ficción y la cocina no es casual. Después de abandonar la
Universidad de Columbia sin licenciarse, trabajar como secretaria, publicar su
primer libro —Firstborn (1968)— y divorciarse, la escritora comenzó
a dar clases en el Goodard College de Vermont. Así conoció a su segundo marido,
del que también terminaría separándose pero con el que fundaría el New England
Culinary Institute, un centro para la formación de cocineros.
Fue
en 1980, la década en la que Glück daría con la inconfundible voz que le ha
valido el galardón más prestigioso de las letras universales. En 1985 ganó el
premio de la Crítica con El
triunfo de Aquiles y cinco años más tarde publicó Ararat, muy celebrado a
posteriori pero cuya recepción la autora recuerda con una frase rotunda: ni una
sola reseña. En 1992 se llevó el Pulitzer con El iris salvaje, 1996 sería el año Praderas —que
tiene algo de Odisea homérica de andar por casa— y en 1999
cerró dos décadas prodigiosas con Vita
Nova. En medio recopiló sus ensayos en un volumen llamado Pruebas y teorías que parte de una
confesión: la experiencia fundamental de alguien que escribe es “la
impotencia”.
.
Los atentados del 11-S dieron lugar a un libro de un solo poema —October (2004) —, al que
siguió, en 2006, Averno,
en el que vuelve a aparecer otro mito clásico: Perséfone, la reina de los
muertos. Una vida de pueblo (2009)
—publicado en castellano por Pre-Textos en mayo pasado— y Faithful and Virtuous Night
(2014) cierran por ahora una obra escrita, como dice su autora, contra el dolor y contra la pérdida: “Si
consigues hacer algo con ellos, nunca volverán a vencerte”. En el primer verso
de su libro más famoso, El iris
salvaje, lo dice así: “Al final del sufrimiento / me esperaba
una puerta. / Escúchame: a eso que tú llamas muerte / yo lo recuerdo”. Hoy,
también al final, le esperaba la puerta del premio Nobel.
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