LA
COMUNERA MARÍA PACHECO
-TOTI
MARTÍNEZ DE LEZEA-
ESPERANZA (TOTI) MARTÍNEZ DE LEZEA, nacida en
Victoria-Gasteiz en 1949, vive en el pequeño pueblo de Larrabetzu (Vizcaya) en
compañía de su familia –casada con Alberto Albaizar (m. 1971)–, rodeada de
libros y de objetos de artesanía de diversas procedencias.
Estudió cuatro años de francés
en Francia, a continuación, marchó durante tres años a Inglaterra para estudiar
inglés y vivió dos años en Alemania para aprender alemán. Es traductora de
francés, inglés y alemán, es además guionista de televisión y actriz. En 1977
fundó, en compañía de su esposo, el grupo de teatro de calle Kukubiltxo en el
que participó durante cinco años.
En 1985 comenzó a colaborar en
Euskal Telebista, la televisión vasca, escribiendo una serie infantil de trece
capítulos. Trabajó, también, en cuarenta programas de video para la Consejería
de Educación del Gobierno Vasco. Volvió a televisión y realizó más de 1000 programas
para Euskal Telebista con destino a niños y jóvenes.
Por otra parte, en 1998 inició
su carrera de escritora con la novela La Calle de la Judería, después publico:
Las Torres de Sancho, La Herbolera, La Abadesa, Los Hijos de Ogaiz, La Comunera
(2003), El Verdugo de Dios, La Cadena Rota, Los Grafitis de Mamá, La Brecha, El
Jardín de la Oca, Los Placeres Reales, Perlas para un Collar, … Y, en cuanto a
literatura para jóvenes, ha escrito El Mensajero del Rey, La Hija de la Luna y
Muerte en el Priorato. En el tramo infantil: Nur (inspirado en su nieta) y ocho
cuentos bajo el título “Érase una vez”.
Esta prolífica autora ha sido traducida
al francés, alemán y portugués, siendo la escritora española más popular en la
modalidad de novela histórica aunque, según Toti, “algunos críticos consideran
la novela histórica como un género de segunda”. La autora vasca, cuenta en su
haber con diversos premios: Premio Euskadi de Plata (2000), Pluma de Plata
(2001) o el Racimo de Oro (2006).
La Comunera, pertenece al género de
novela histórica y se desarrolla, en ausencia de capítulos, siguiendo una
cronología entre los años 1490 y 1531 (en la índice queda reseñado el mes y el año
del suceso histórico que se cuenta). Y, también, aparece una bibliografía sobre
los personajes más relevantes de la revuelta de las comunidades y la vida y
época de Carlos I. La narración comienza con la carta auténtica de Juan de
Padilla a su mujer, doña María Pacho, escrita la víspera de su ejecución en
Villalar el 23 de abril de 1521 y termina con un escrito de la protagonista de
la novela, La Comunera, contando las razones de su proceder; si bien, la
autora, Toti Martínez de Lesea, confeso en una entrevista que “…en el caso de
María Pacheco, es un personaje que existió realmente. Todo lo que hay escrito
de ella no llena un folio”.
COMUNERA
“Ambiciosa, si, lo soy. Ambicioné la igualdad
de las personas, la equidad, el gobierno del pueblo, la libre elección de los
gobernantes y el reparto de las riquezas”.
Comienza la novela en el año
1511, fecha en la que doña María Pacheco (María López de Mendoza y Pacheco),
descendiente de los Mendoza y de los Villena, Grandes de Castilla, queda unida
en matrimonio a Juan de Padilla (hijo de un regidor de Toledo), un pequeño
hidalgo. Se trata de un enlace acordado por las familias y la joven María, en
prueba de disconformidad, retira la palabra a su padre por haberla casado con
alguien de rango muy inferior al suyo, sin embargo, pronto nacerá el amor entre
María Pacheco y Juan de Padilla; finalmente, los dos jóvenes lideraron la
revuelta de las comunidades de Castilla, defendiendo los derechos del pueblo
contra las tropas imperiales de Carlos I .
La novela se desarrolla a
caballo de unos hechos históricos, por esta razón, su lectura se hace
vertiginosa, sobre todo, cuando estalla el enfrentamiento por las necesidades
económicas del joven rey (para
proclamarse Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico como Carlos V) y la negativa del pueblo castellano, muy sangrado
fiscalmente, a los nuevos
impuestos; por otra parte, muy encolerizado junto a los nobles, al
principio de la rebelión (después, la
nobleza apostaría a seguro ganador), por los nombramientos extranjeros del Rey para
gobernar el país. Finalmente, la Guerra de las Comunidades terminó con la
subida al cadalso de los comuneros: Padilla, Bravo y Maldonado.
Cuenta la historia que cuando
Juan Bravo oyó decir en el pregón que los degollaban por traidores, se volvió
al pregonero-verdugo y le dijo: “Mientes tú, y aun quien te lo manda decir,
traidores no, más celosos del bien público si, y defensores de la libertad del
reino”. La nota cristiana de aquel dramático momento la puso Padilla: “Juan
Bravo, ayer era día de pelear como caballero, y hoy de morir como cristiano”. Los
restos de Bravo y Maldonado, fueron trasladados a Segovia y Salamanca,
respectivamente, donde fueron sepultados. Los de Padilla se llevaron
provisionalmente al monasterio de La Mejorada (Olmedo) y nunca volvieron a
Toledo, probablemente como venganza del Rey ante la persistencia rebelión de
Toledo, de mano de María Pacheco.
Otro aspecto importante de la
novela son los personajes secundarios, muy bien dibujados. La escritora echó mano
de ellos para retratar la ciudad, vida y
costumbres de los toledanos, incluso el trabajo y la dedicación de los
sirvientes. María Pacho, en sus últimos instantes de vida, elogió a la fiel Zaida:
“Cocinera y…compañera, madre y hermana”; de la dignidad y categoría de la señora Valenzuela,
como dama de compañía, lo dice el regalo que le hicieron los compañeros de
trabajo, “…un frasquito de agua perfumada”; el personaje del impresor, Francisco
Serrano, nos enseña quienes eran sus clientes y qué encargos de imprenta le
hacían, también, sabemos por él los condicionamientos económicos, sociales y
religiosos de la época; en aquel tiempo, tener cerca un hombre fiel, valiente y
diestro con las armas, como Pedro Sosa, se valoraba mucho; los dos
médicos de la novela, doctores Martínez (castellano) y Ahmad Ibn
al-Barazi (árabe) dejan patente en la novela, entre otras cosas, la
superioridad de la medicina árabe sobre la castellana.
Finalmente, la visión que
trasmite de aquella España la autora, a través de María Pacheco –protagonista
de La Comunera– no puede ser más triste y pesimista, desengañada porque
en la Guerra de las Comunidades quien realmente ganó fue el poder político y
económico de Carlos I. La capitulación en Villamar lastraría a los perdedores
durante varios siglos, por esta razón, la sombra de la derrota se alargo hasta
nuestros días: “El 15 de marzo de 2015 fue inaugurado en Toledo el monumento a Juan
de Padilla en la plaza que ocupaba el solar en el que se levantaban sus
casas. De este modo se ponía fin a un anhelo de la ciudad castellana, que había
visto cómo hasta en siete ocasiones el intento por erigir este homenaje había
fracasado.”
BAUTISTA PÉREZ
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