“Si hoy es 23 de abril, este
premio Cervantes se llama Ida Vitale”
Vitale: “El Quijote es un breviario para la vida” (1)
Ella
dice que es cosa del chocolate. Y habrá que confiar en las virtudes de las
semillas del cacao. No hay más que verla, a sus 95 años, capaz de cruzarse el
charco sin remilgos que valgan para recoger el premio Cervantes. Ida Vitale (Montevideo,
Uruguay, 1923) hace honor a la vertiente italiana de su apellido y desprende
tanta vida que, al escucharla, lo mismo que al leerla, a una se le olvida que
la suya propia abarca casi un siglo de lo más convulso. En Madrid aterrizó el
domingo, acompañada de su hija, la arquitecta Amparo Rama, y de dos de sus
nietas, Nuria y Emilia, y la agenda que le espera en nuestro país es digna de
un ministro. Precisamente, el del ramo que nos ocupa, José Guirao, se ausentó
ayer en el primero de los fastos cervantinos: el encuentro que la poeta mantuvo
con los medios en la Biblioteca
Nacional de España (BNE).
Vitale es «bicho más
bien nocturno» y por eso llegó «en estado de lelez», según ella misma
reconoció. La disculpa de la uruguaya sonó a pura poesía, pues no estamos los
plumillas acostumbrados a que el centro
de los focos pida «perdón por la demora» y asegure, además, que «fue culpa
mía». «Y encima sin café», se le escuchó decir a Ana Santos Aramburo, directora
de la BNE.
«No sé qué se espera
de mí. Estoy improvisando la vida en estos días. Todavía no respondo
debidamente a todo lo que está detrás de este acto. Es un premio que no me
esperaba para nada... Pienso por qué no llegó diez años antes, que yo estaba en
mejores condiciones para responder». Pero el caso es que Vitale respondió. A lo
que de ella se esperaba y a todo lo que quienes allí nos encontrábamos quisimos
preguntarle, previo permiso de la homenajeada para «ser todo lo indiscretos»
que pudiéramos, que ya se encargaría ella de ponernos «en orden».
Pedagoga literaria
Maestra vocacional y
pedagoga literaria como sólo pueden serlo quienes aman las letras que escriben
tanto como las que leen, Vitale nunca ha dado clases sobre ella, por lo que
«este cambio de foco» le resulta bastante perturbador. Eso de verse rodeada de
fotógrafos, ávidos de una imagen suya que nunca valdrá más que mil de sus
palabras, le desconcierta, quizás porque considera que su oficio es poco
atractivo para la mayoría y no acapara titulares. «Lo que yo hago, eso de
escribir poesía, no es lo habitual. Uno puede vivir toda su vida prescindiendo
de la poesía; yo no, pero sé que es lo normal».
Dicho esto, ¿qué
tiene de Cervantes la obra de la reconocida este año con el galardón que lleva
su nombre? «Sobre todo el buen humor con el que puedo asumir todos los
riesgos». Y eso que, pese a disponer de una biblioteca en casa que ya quisiera
cualquier crío -de entonces y de ahora-, por lo que tenía de prohibido, Vitale
llegó al autor del Quijote «un poco tarde, cuando estaba en el liceo». Allí fue
picando, un día un capítulo, otro día otro... Hasta que descubrió «que era el
libro de mi vida» y empezó a buscar, entre quienes le rodeaban, a todos los
Quijotes y los Sanchos que pudo -nunca dio con Dulcinea, aunque «por suerte» no
le interesaba-. Tanto es así que la obra magna de Cervantes se convirtió «casi
en un tratado de psicología precoz para elegir a la gente, a los amigos». No es
extraño, por tanto, que Vitale defienda que «quizás la escuela debería obligar
a leer el Quijote antes, porque es un breviario para la vida, está todo en el
Quijote».
Equilibrio
A sus 95 años, la
poeta uruguaya atesora una trayectoria en la que brillan galardones y obras
envidiables por cualquier literato de los que presumen de lanza en astillero,
pero a ella «eso de carrera le pone «un poco nerviosa». «Yo no he sido una
corredora de gran velocidad. Haber llegado a los 95 me hace tomar conciencia de
que no trabajé lo suficiente... Carrera nada, fui muy lenta, nunca tuve la
sensación de que tenía que ir en una dirección». Simplemente le gustó escribir
y supone que «eso vino de lo que leía» en su casa. «Tener libros a mano en la
infancia es importante, y que no sean los libros que técnicamente corresponden
a la edad que uno tiene. Pienso que es tan importante entender como no
entender, y del no entender sale la curiosidad de ir más allá».
Como en la vida,
Vitale sabe que en la escritura lo ideal, y también lo más difícil, es buscar
el equilibrio, huir de los extremos. En este caso, el término medio al que debe
llegar el escritor se encuentra «entre la respuesta instantánea al lector y lo que
va a quedar como curiosidad para que éste regrese al libro». Sólo de ese modo
su obra será imperecedera, universal. Claro que ese territorio está reservado a
genios de la categoría de Cervantes y ella sabe que «la vida no nos da para
eso». Por eso hay tan pocos libros a los que «uno vuelve como volvemos a un
amigo al que no vemos a diario, pero que hay una gana enorme de volver a ver».
A tenor de lo
escuchado, la poeta cumplió con creces, en su debut como premio Cervantes, con
lo que ella considera el «deber último de todo lector»: ser una «criatura que
absorbe una cultura, la elabora y se la transmite a quienes están cerca».
Afortunados nosotros, que estos días la tenemos como maestra.
Un manuscrito de Bergamín, su legado en
la Caja de las Letras del Instituto Cervantes
Tras su paso por la BNE, Vitale se ha trasladado al
Instituto Cervantes para depositar su legado en la Caja de las Letras, la
antigua cámara acorazada del banco que albergaba este edificio y en la que
tradicionalmente los premios Cervantes dejan algún objeto personal. El legado
de la uruguaya, el manuscrito de Bergamín, se encuentra desde este lunes
custodiado en la caja de seguridad 1191, donde permanecerá hasta el 2 de
noviembre de 2023, fecha en la que Vitale cumple cien años. Este manuscrito es
un «tesoro» que la poeta tiene desde hace años, un documento que le llegó
debido a que Bergamín fue profesor suyo en la entonces recién creada Facultad
de Humanidades de Montevideo.
Bergamín, ha recordado, llegó a Montevideo «muy
desamparado» con sus tres hijos tras perder a su mujer en plena Guerra Civil y
encontró allí a un grupo de alumnos entre los que se estaba ella. «El resto del
grupo habría tenido derecho a tener el manuscrito también pero yo tuve más
oportunidad que otros que estaban distraídos», ha dicho entre risas. La
posesión de este manuscrito era una responsabilidad para ella y no sabía qué iba
a hacer con él, ha explicado Vitale, que ha indicado que al poder depositarlo
en la Caja de las Letras se ha quedado con la «conciencia tranquila». «Todas
las cosas se conjuntaron, lo que yo suelo llamar tímidamente el destino, sin
saber lo que hay detrás de esa palabra; el azar, porque no todo es
improvisación», ha señalado.
El director del
Instituto Cervantes, Luis García Montero, ha querido homenajear a Vitale con la
lectura de un poema de la uruguaya, titulado precisamente «Mi homenaje». Y ha
recalcado que actos como el de este lunes ponen de manifiesto que la verdadera
riqueza de un país no es el dinero sino su cultura y ha agregado: «El
compromiso que tenemos con el futuro es la herencia que elegimos del pasado».
(1) ABC CULTURA