jueves, 23 de abril de 2020



DÍA DEL LIBRO 2020(EN CONFINAMIENTO)

Comentario de compañeros  al vídeo compartido en el Club , por whashap, en este día del libro 2020








¡CELEBRACIÓN!
Un día grande, una celebración sublime para recordar, para reflexionar,  para disfrutar, para soñar, para crear y para compartir. Día del Libro. Contemplar una imagen. Pensar. Sentir. Escribir.

El espacio es inmenso y el aire sofocante. Una persona anónima y escueta se enfrenta al reto de la vida apretada en enormes volúmenes inaccesibles… solo el más pequeño, el más próximo, el más cercano, permite abrir una puerta, la luz que proyecta desde el espacio exterior transforma la imagen de esa persona encerrada en un mundo cerrado y le indica el camino. UN MUNDO NUEVO. UN DÍA NUEVO. UN HOMBRE NUEVO.
PEPA SIRVENT



         Son muchas las imágenes que me gustan de ese vídeo por no   decir que todas me han dicho algo especial.


         Una muy sugerente es la del niño que va leyendo en un medio de          transporte. Todo lo que le rodea es gris, menos el globo lleno de    imágenes y colores que surgen de su mente desde lo que está leyendo, me parece una de las imágenes más bellas de lo que nos     aportan los libros: imaginación, nuevas ideas y pensamientos, todos los colores, en definitiva vida. Ideas también contempladas en el  libro convertido en regadera para nuestro cerebro..; en las   puertas que se abren a otras puestas, que nos dan paso de la    oscuridad a la luz, a la recarga de energía.


         Otra imagen profunda es la del preso al que mediante la lectura, van    disolviéndose las rayas de su traje, bella metáfora de cómo la  lectura abre nuestra mente a nuevas perspectivas y nos ayuda a abandonar lo que nos limitaba, nos abre nuevos horizontes (una  cerradura)


         Los niños arrobados escuchando atentos y circunspectos ante un buen narrador, reflejado en la figura de una persona mayor,seguramente más sabia que ellos??? Aunque también hay otro que lee por su cuenta...


  Y El niño encerrado en la botella, bonita imagen del confinamiento y las múltiples posibilidades que ofrece para la lectura.


         Y el iceberg ¿Qué se esconderá, en lo que ahora no veo o leo?...
         No sé, hay mil ideas que podría seguir añadiendo, pero es tanto y tan   bello todo lo que me espera aún por leer, de todo lo que me habéis   enviado para celebrar este día que si al final puedo, te añadiré algo  más. Quiero hacerme una carpeta con todo lo que más me ha  gustado.

         !!Feliz día del libro!!.

        
         Un abrazo, GLORIA


Dicen tanto las imágenes, son tan bellas que no hay palabras…es un atrevimiento.

La mujer entre las hojas del libro. Una mujer arropada entre las páginas de un libro, durmiendo con las palabras. Entra en el mundo de los sueños, el laberinto de la fantasía, la imaginación…La Lectura es la infusión de los sueños maravillosos.

El hombre, la jaula, los libros. Un hombre abre la jaula, la libertad. Como  los pájaros; los libros te hacen libre, volar al infinito, al mundo de la fantasía. Echemos a volar con los libros.

El niño, el libro y el mar. El niño ante el libro como el mar con su barquito… Se atreverá a navegar. Lanza tu barquito entre sus páginas y encontrarás aventuras, tesoros escondidos. Navega, cruza el mar de los libros, entra en el mar de la fantasía.


LOURDES GÓMEZ




jueves, 16 de abril de 2020


LA PESTE…¡EL CORONAVIRUS?...

Este texto de  PEPA bien podría titularse "EL DIARIO DE MI LUCHA CONTRA EL COVID-19"  Me ha recordado al "Diario del año de la peste " de Daniel Defoe. Os animo a todos los que creáis que podéis tratar cualquiera de los muchos aspectos que tiene la situación que vivimos, a que os asoméis a esta ventana que es nuestro BLOG y os expreséis como queráis o podáis.

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La peste, de Albert Camus la leímos en el Club en enero de 2019…y recuerdo que tanto su lectura como los comentarios dejaron en mi mente un silencioso poso de intemporalidad, de advenimiento…el final de la novela, que yo suelo olvidar con facilidad, se quedó prendido con firmeza en la carpeta de los recuerdos no olvidables…
Cuando llegó mi crisis, el final de la novela volvía irremisiblemente conforme iban subiendo los grados de la fiebre, y en los tiempos confusos del delirio, golpeaba mis recuerdos sin poder aclararlos…Una y otra vez, todos los días a la caída de la tarde…¿La peste?...¿El coronavirus?...Cuando mi cuerpo regresaba a un estado  de realidad, me faltaban las fuerzas…y así, durante varios días “la peste” me envolvía…
Busqué, casi a tientas, el final de la novela y lo copié despacio varias veces, rememorando aquellos castigos escolares en los que la maestra nos hacía copiar cientos de veces una falta ortográfica o una frase hecha para que ya no la olvidásemos en toda nuestra vida…porque lo que necesitaba en esa lucha entre el recuerdo y la realidad era precisamente que ambos – realidad y recuerdos - se quedasen grabados en mi mente para siempre, para no olvidarlo…

 “Concluye el Doctor Rieux, afirmando: hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio.
Pero sabía que sin embargo, esta crónica no puede ser el relato de la victoria definitiva. No puede ser más que el testimonio de lo que fue necesario hacer y sin duda debería seguirse haciendo contra el terror y su arma infatigable, a pesar de sus desgarramientos personales, todos los hombres, que no pudiendo ser santos, se niegan a admitir las plagas, y se esfuerzan, no obstante, en ser médicos.
Oyendo los gritos de alegría que subían de la ciudad, Rieux tenía presente que esa alegría está siempre amenazada. Pues él sabía que esa muchedumbre dichosa ignoraba lo que se puede leer en los libros, que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás, que puede permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa, que espera pacientemente en las alcobas, en las bodegas,  en las maletas, los pañuelos y los papeles, y que puede llegar un día en que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir en una ciudad dichosa.”

Estoy segura, yo le temía a ese resto olvidado de la peste que dormiría decenios en el ángulo de nuestras construcciones de vida a donde resultara impúdica la entrada de  ningún sistema de exterminio…Y mi aliento se sobrecogía ante cualquier predicción que nos ilustrara sobre venideras catástrofes, ya fueran la guerra biológica, la destrucción por efectos radioactivos, la devastación incontrolada del Planeta, o la silenciosa y  agresiva invasión de un virus…
Entretanto, nos íbamos construyendo un mundo cada día con mayor cantidad de necesidades innecesarias, en el que nos alejábamos pasivamente del desorden en el que se movía la obtención de todo lo que pudiese ser imperiosamente necesario para subsistir, desordenando con nuestros actos inconscientes el orden natural de todas la fuerzas indomables que sólo se rigen por la lógica y la precisión; dejándonos seducir por políticos y políticas vacías de contenido y servidos en envoltorios de promesas incumplibles de las que ellos se repartirían el mejor trozo del pastel envenenado…el abanico de  colores y siglas era tan variopinto como  extenso, pero todos recorrían el mismo camino y siempre que podían, arrojando toda su falsedad sobre el contrario, el enemigo, sin darse por enterados  que entre todos estaban repartiéndose y repartiendo su podredumbre, eso sí, revestida de utópicas promesas...me surgen del fondo de la memoria la incomprensible convicción con la que un amigo – en una tarde de vino y rosas -  cuando ya se  habían agotado algunos argumentarios carentes de base realista y faltos de toda convicción, dejó caer, como descubriéndonos el rostro de Dios, que él seguía luchando por alcanzar un “socialismo utópico”; es decir, si la fiebre no me ha trastocado el pensamiento, por “algo inexistente”, ¿ o qué es si no la utopia?...y así, punto y seguido.
Hasta que llegó el día en que sin que ya fuese posible callar, no la pasividad de los silencios, si no la vergonzosa ocultación de los hechos palpables, se dieron duras ordenes de aislamiento, de severo e indefinido encierro en nosotros mismos - cual gusano en su capullo – como exclusiva formula capaz de detener la extensión veloz e imparable del contagio…Y ahí seguimos, encerrados…
Afirma el Dtor. Rieux casi al final de su crónica, que “Hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio”. Sí. Rotundamente. Y la realidad con la que los hombres, el pueblo, los pueblos, han dado respuesta, lo confirma: aislamiento, autocontrol, obediencia, respeto, comprensión, interés, compromiso,   solidaridad, generosidad, conformidad, adaptación, celo, diligencia, prestancia,  asepsia, precaución, ingenio, humor,  estimulación, adaptación, sonrisas, emoción… también dolor, soledad, dudas,  desconocimiento, ausencias, extrañamiento, vacío inseguridad, desconcierto, y lágrimas…todas las que lloraremos por los que se han ido en soledad y por los que se han quedado solos, pero también las incontenibles por cada vida recuperada, por la fuerza y la firmeza con la que tantos miles de mujeres y hombres se afanan incansables en retenerlas, exponiendo sus propias vidas y alejándose de los suyos para no exponerlos, transmitiendo serenidad y apoyo, pidiendo comprensión con una sonrisa, transmitiendo paciencia mientras se mueven a contrarreloj, ignorando las carencias que les proporcionan seguridad, vigilantes sin descanso, seguros de su compromiso…hermosas lágrimas de emoción confundidas cada tarde con los aplausos, que también por miles desde ventanas y balcones, les lleva el viento…
Y todo ello,No puede ser más que el testimonio de lo que fue necesario hacer y sin duda debería seguirse haciendo contra el terror y su arma infatigable, a pesar de sus desgarramientos personales, todos los hombres, que no pudiendo ser santos, se niegan a admitir las plagas, y se esfuerzan, no obstante, en ser médicos.”
La peste, o el coronavirus…
¿Qué más da?...
¿Nos enseñarán algo?...
¿Aprenderemos algo?...

PEPA SIRVENT
  

“Érase una vez… una pandemia”: pestes, plagas y otras calamidades en la literatura.


“TODO ESTÁ EN LOS LIBROS”. También lo que nos está pasando; esta terrible pandemia que desorientados y agobiados nos hace no ver el final a corto plazo. En la angustia que, como todos, soporto, recordé un libro que leí hace tanto tiempo como para constatar que ahora soy incapaz de leerlo en el formato bolsillo en el que está editado Me refiero a EL DECAMERÓN DE BOCCACCIO. Me asombró el paralelismo con nuestro momento  lo que expresa así en la introducción: “En 1348, la peste invadió a Florencia, la más hermosa de las ciudades de Italia. Algunos años antes se había dejado sentir esa plaga en diversas comarcas de oriente, causando numerosísimas víctimas. Sus estragos se extendieron hasta una parte de occidente, de donde, sin duda en castigo de nuestras iniquidades, cayó sobre mi ciudad querida
Os traigo este breve estudio sobre calamidades, similares a la actual, a lo largo de la Historia de la Humanidad y que se reflejan en la Literatura. (Está tomado de www.infobae.com-america-mundo)
 “ENLIL, dios acadio de los cielos y la tierra, se cansó de soportar el ruido que ocasionaban los seres humanos recién creados, intentó exterminarlos mediante una peste. Lo narra el Poema de Atrahasis, que fue escrito hace más de 3.700 años y que inaugura así una relación entre literatura y pandemia que se ha mantenido estrecha, ininterrumpida y fértil hasta nuestros días.
Casi ninguna época de la historia se ha librado de su plaga y cada civilización la ha reflejado en sus obras literarias a través del filtro de sus propias creencias, sus miedos y sus obsesiones
LA IRA DE LOS DIOSES
Para las culturas primitivas, toda peste era el castigo de la divinidad a los pecados individuales o colectivosEn los libros más tempranos del Antiguo Testamento –hacia el siglo VIII a.C. – un cruel Yahvé no vacila en lanzar sus plagas contra egipcios e israelitas.
El Apolo de la Ilíada –puesta por escrito por esa misma época, aunque de tradición oral anterior– venga el rapto de Criseida extendiendo la peste con sus flechas en el campamento de los griegos“(…) y sin pausa ardían densas las piras de cadáveres”
Todavía SÓFOCLES nos presenta una Tebas asolada por la epidemia que había motivado su rey Edipo, sin saberlo él, con un viejo crimen: “Un dios portador de fuego se ha lanzado sobre nosotros y atormenta la ciudad la peste, el peor de los enemigos”.
EL ENFOQUE CIENTÍFICO
Pero bajo esa Tebas mítica Sófocles estaba aludiendo en realidad a la Atenas de su propio tiempo, que desde el 430 a.C. estaba siendo diezmada por una terrible epidemia. Se ha discutido ampliamente sobre su posible etiología, pero ahora parece identificarse con la fiebre tifoidea, la Salmonella Typhi.
TUCÍDIDES narró en su Historia de la Guerra del Peloponeso los estragos de esa enfermedad, que él mismo contrajo y que acabó con la vida del más ilustre de los atenienses, PERICLES. Sin embargo, el suyo es por primera vez una relato de base científica –pretende, siguiendo la doctrina de Hipócrates, describir detalladamente los síntomas de modo que “en el caso de que un día sobreviniera de nuevo, se estaría en las mejores condiciones para no errar en el diagnóstico”–, e incorpora elementos de interpretación psicológica y social.
“La epidemia acarreó en la ciudad una mayor inmoralidad (…) Ningún temor de los dioses ni ley humana los detenía; de una parte juzgaban que daba lo mismo honrar o no honrar a los dioses, dado que veían que todo el mundo moría igualmente, y, en cuanto a sus culpas, nadie esperaba vivir hasta el momento de celebrarse el juicio y recibir su merecido; pendía sobre sus cabezas una condena mucho más grave que ya había sido pronunciada, y antes de que les cayera encima era natural que disfrutaran un poco de la vida”.
De esa misma peste de Atenas hará un relato truculento el poeta romano TITO LUCRECIO CARO en el último libro de su poema –probablemente incompleto– Sobre la naturaleza de las cosas.
LA PESTE ANTONINA
Roma iba a padecer también sus propias pandemias, que recogieron puntualmente sus escritores. Si el gran VIRGILIO inventó en sus Geórgicas una epidemia del ganado, la “peste Antonina” –una viruela, a lo que parece– fue terriblemente real. A pesar de los desvelos del mismísimo Galeno, causó según el historiador CASIO DIÓN más de dos mil muertes diarias en la ciudad, entre las que se incluiría la del emperador Lucio Vero en el año 169.
LA PLAGA DE JUSTINIANO, AZOTE DE BIZANCIO
El imperio bizantino, por su parte, padeció durante dos siglos la letal “plaga de Justiniano”, de la que da cuenta PROCOPIO DE CESAREA en su Historia de las guerras persas:
“Incluso aquellos que con anterioridad disfrutaban entregándose a acciones viles y perversas, desterraron de su vida diaria todo delito para practicar escrupulosamente la piedad”.
EL DECAMERÓN Y LOS CUENTOS DE CANTERBURY
Se trataría en este caso de la peste bubónica. La misma que reaparecería en la Europa del siglo XIV y que serviría de telón de fondo a una de las grandes novelas de esta época. BOCCACCIO utiliza el aislamiento durante diez días –de donde el título Decamerón– de diez jóvenes en una villa a las afueras de Florencia como marco narrativo para hilvanar cien relatos breves que alternan temáticas diversas con un predominio de lo amoroso y del culto a la inteligencia.
Poco después, siguiendo su modelo y en un Londres recurrentemente afectado por la epidemia, GEOFFREY CHAUCER escribirá sus Cuentos de Canterbury.
En 1487, SANDRO BOTTICELLI ilustró el Decamerón con cuatro tablas dedicadas a la historia de Nastagio degli Onesti. Esta tabla, la primera, y otras dos se exponen en el Museo del Prado
DE LO APOCALÍPTICO A LO ALEGÓRICO
En la literatura moderna y contemporánea, la temática generará una multitud de obras que irán desde lo apocalíptico hasta lo alegórico, con particular énfasis en el tratamiento de la repercusión psicológica y social de las pandemias, ya sean reales, como la tuberculosis o el SIDA, ya imaginadas.
Si bien resulta imposible llevar a cabo aquí un catálogo exhaustivo de esos títulos –algunos de ellos, por cierto, francamente prescindibles desde el punto de vista de sus méritos literarios–, no podrían faltar en él ni el Diario del año de la peste de DANIEL DEFOE, ni la Historia de la columna infame de ALESSANDRO MANZONI, ni El último hombre en la tierra de Mary Godwin (MARY SHELLEY), ni La máscara de la muerte roja de EDGAR ALLAN POEni La muerte en Venecia de THOMAS MANN, ni Nemesis de PHILIP ROTH, NI El amor en los tiempos del cólera, de GARCÍA MÁRQUEZ.
LOS MEJORES VALORES DEL SER HUMANO
Pero si una obra merece destacarse entre todas, esa es, desde luego, La peste de ALBERT CAMUS, donde la epidemia en Orán es a la vez trasunto de la expansión del nazismo y ocasión para la reflexión existencialista.
Por encima del horror, de la angustia y de la tentación de salvación individual que cualquier peste provoca, Camus impone los mejores valores del ser humano, a saber, la capacidad de reconocimiento en el otro, la solidaridad y la dignidad. En palabras del doctor Rieux, el héroe común de la obra: “Es una idea que puede hacer reír, pero la única manera de luchar contra la peste es la honestidad”.
QUIZÁS LA LECCIÓN MÁS RECOMENDABLE PARA ESTOS DÍAS Y PARA LOS QUE HAN DE VENIR.
(Está tomado de www.infobae.com-america-mundo)



martes, 7 de abril de 2020



LIBROS PARA UNA CUARENTENA

Aquí os dejo algunos de los títulos recomendados por el Periódico ABC CULTURAL el 29/3/20.

Personalidades del mundo de la literatura, el arte, el pensamiento, el teatro… Nos cuentan qué libros están leyendo (o cuáles recomendarían) durante el obligado confinamiento

ARTURO PÉREZ-REVERTE. Escritor. «Un caballero en Moscú». Amor Towles. Salamandra, 2018. 512 páginas

Hay un libro que leí hace poco tiempo, pero que me parece adecuado recomendar para estos días de confinamiento: «Un caballero en Moscú», de Amor Towles (Salamandra), es una historia que me parece deliciosa y me dio unas buenas horas de felicidad lectora. Condenado a muerte por los bolcheviques en plena Revolución Rusa, el conde Alejandro Rostov ve conmutada su pena gracias a un poema revolucionario escrito en su juventud, a cambio de pasar el resto de su vida confinado en el hotel Metropol de Moscú, del que en otro tiempo fue cliente respetado por el personal de servicio. Durante treinta años el conde vivirá allí sin pisar la calle, entre los antiguos sirvientes, y su vida se irá transformando a medida que lo hace el mundo que lo rodea. Disfruté muchísimo con esa novela elegante, llena de finísimo humor, que es también un manual para sobrellevar con dignidad y estoicismo los tiempos difíciles.
LUIS LANDERO. Escritor. «Robinson Crusoe». Daniel Defoe. Alianza. 2016. 416 páginas

Es mi novela de aventuras favorita. No solo entretiene sino que nos hace mejores y más fuertes. Nos enseña a sacar ante la adversidad lo mejor de nosotros mismos, nuestras mejores cualidades, que acaso estaban adormecidas por la rutina del bienestar. Nos enseña a sobrellevar con entereza la soledad. Despierta y afina las viejas y a menudo desatendidas virtudes de la paciencia, el coraje, la serenidad, la resignación. Nos enseña a valorar las cosas que tenemos, el gran valor de las pequeñas y esenciales cosas, embrutecidos como estamos por el consumo sin control. Y vigoriza nuestra voluntad, para no sucumbir a los demonios del desánimo y de la rendición. Un gran libro para todas las edades.
MANUEL BORJA-VILLEL. Director Museo Reina Sofía. «Llámalo sueño». Henry Roth. Alfaguara, 2004. 680 páginas

Maravillosa novela que Roth publicó en 1934. Narra la iniciación al universo de los adultos de David, un niño inmigrante judío del Bajo Manhattan de principios del siglo XX. El libro, con un claro componente autobiográfico, expresa el ansia del autor por aprehender una existencia que se le escapa y que a menudo percibe como una pesadilla. Al final del relato, la descarga eléctrica de una catenaria, el equivalente de la fuerza poética del habla, despertará a David de su terror. Seguramente como despertaremos nosotros de la pandemia: llamémosla sueño.
ISABEL BURDIEL. Historiadora. «Ascenso y crisis. Europa (1950-2017)». Ian Kershaw. Crítica, 2019. 790 páginas

Estoy releyendo -ahora con papel y lápiz- este libro que analiza la situación de Europa entre la II Guerra Mundial y la última gran crisis económica. Quiero integrarlo como uno de los textos básicos en la docencia virtual de la asignatura de Historia del Mundo Actual a la que nos vemos obligados en estos momentos. Es muy claro, inteligente, documentado y bien escrito. Una valoración magnífica de los procesos fundamentales del período, desde la perspectiva europea, pero con un contexto más amplio y capacidad de conectar con los problemas actuales. Una lectura histórica altamente recomendable para todos.
RICARDO MENÉNDEZ-SALMÓN. Escritor. «Cuentos». John Cheever. Literatura Random House, 2018. 880 páginas

Las razones para escoger a Cheever podrían ser muchas. Todas las literarias, por supuesto, porque hablamos de un gigante, aunque hoy me interesan especialmente las humanas. Y es que creo que muy pocos autores contemporáneos han escrito con tanta piedad y, al tiempo, con tanta desnudez a propósito de nuestra fragilidad y de nuestras miserias, y también acerca de nuestra bondad y de nuestros logros. Y sospecho que hoy necesitamos mucho de ambas cosas: compasión y escrutinio, para entender que éramos felices sin saberlo y para confiar en que podamos aprender algo de este desconcierto en el que hemos caído.
FERNANDO ARAMBURU. Escritor. «A corazón abierto». Elvira Lindo. Seix Barral, 2020. 384 páginas

Estoy leyendo estos días y lo recomiendo vivamente el último libro de Elvira Lindo, A corazón abierto, la historia de sus padres novelizada con gran acierto. La perspicacia literaria de la autora provoca el milagro de inducirnos a creer que, a pesar de tantos y tantos títulos dedicados al tema desde la noche de los tiempos, no estaba todo dicho sobre el amor. Aún me queda por leer un centenar de páginas; así y todo, a la vista de lo que llevo disfrutado hasta el momento, dudo que el pulso literario de la autora no se mantenga firme hasta el final
FÉLIX OVEJERO. Filósofo y economista. «La Muerte de Virgilio». Hermann Broch. Alianza. 632 páginas
En los ratos más lúgubres volví sobre la Muerte de Virgilio de Hermann Broch y las Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar, no menos melancólica y más llevaderas. Luego, como otros ,supongo, cuando la información acerca del virus se fue extendiendo, acabé leyendo algunas cosas sobre cómo se extienden las enfermedades y las ideas, por ejemplo, Explicar la cultura, de Dan Sperber, sobre la epidemiología de las ideas. Incluso, a cuenta de las funciones exponenciales, volví sobre mis manuales de matemáticas de cuando estudié económicas. Y, si se puede añadir, he estado escuchando obsesivamente El cancionero de Sablonara, del grupo Vandalia, que me llegó precisamente el día en que comenzó el enclaustramiento.

CARMEN POSADAS. Escritora. «Ellos». Francine du Plessix Gray. Periférica & Errata Naturae, 2018. 738 páginas

Uno de los libros que me ha encantado leer estos días es Ellos, de Francine du Plessix Gray. Habla de la vida de sus muy singulares padres. Ella, Tatiana Yákovleva, musa y amada de Maiakovski; él Alexander Liberman, segundo marido de Tatiana y mítico director de Vogue. Du Plessix nos pasea por todos los escenarios en los que se desarrollan sus vidas. Desde la URSS de Stalin hasta la Nueva York de los ochenta, pasando por el París de los cuarenta, todo ello narrado con una prosa elegante y algo malvada. Ideal para hacerle caso a Flaubert en eso de que cuando vienen mal dadas, nada como sumergirse en la orgía perpetua de la literatura. Y si es inteligentemente frívola, mejor.

ANA MERINO. Escritora. «Puedo contar contigo». Carmen Laforet / Ramón J. Sender. Destino, 2019. 288 páginas

La cuarentena me ha pillado leyendo la correspondencia entre Carmen Laforet y Ramón J. Sender. El libro se titula Puedo contar contigo. Las cartas entre estos dos escritores están llenas de ternura y cotidianeidad. Conversan en la distancia y se apoyan, comparten los miedos y las aristas de su vida y se entienden. La amistad es un regalo y este libro lleno de guiños, de palabras cálidas, de reflexiones y afecto nos lo recuerda. Después me pondré a leer las novelas y ensayos de Gertrudis Gómez de Avellaneda.


LUIS MATEO DÍEZ. Escritor. «Teatro (1877-1890)». Henrik Ibsen. Nórdica. 2019. 800 páginas

Estoy leyendo, y recomiendo vivamente, el Teatro (1877-1890), de Henrik Ibsen, en una reciente edición de Nórdica con muy buena traducción de Cristina-Gómez Baggethum. Es una experiencia volver a Ibsen, uno de los grandes, y entrar en un mundo de graves asuntos morales y sociales, todo un tratado del comportamiento humano ante las responsabilidades individuales y públicas, y de inquietante actualidad. Por otra parte, leer teatro, ahora que no podemos ir a las salas, me resulta especialmente reconfortante, la imaginación escénica la pone uno, aunque echa en falta el montaje que llevara la esencia dramática de Ibsen a su grado límite. Leerlo es maravilloso también.


JAUME PLENSA. Artista. «El cuarteto de Alejandría». Lawrence Durrell. Edhasa, 2012. 1.648 páginas

Mi libro recomendado es El cuarteto de Alejandría, del escritor británico -nacido en la India- Lawrence Durrell. En realidad no es un libro, ¡son cuatro! Una tetralogía de novelas, publicadas entre 1957 y 1960, y unidas por una sola historia común vista desde distintos ángulos: Justine, Balthazar, Mountolive y Clea. El amor y la política como un espejo en el que se refleja el día a día de la sociedad. Este clásico contemporáneo es una auténtica joya.

ANDREA LEVY. Concejala de Cultura del Ayuntamiento de Madrid. «Novelas napolitanas». Elena Ferrante. De Bolsillo, 2018

Seamos realistas. Hasta los lectores empedernidos están encontrando dificultades para concentrarse en estos tiempos de incertidumbre. Por eso, busquemos lecturas intensamente adictivas. Necesitamos libros que nos agarren con fuerza, ellos a nosotros, y que no nos suelten. Y esto sucede con la saga de las novelas napolitanas de Elena Ferrante. Quien no conozca esta aventura es un privilegiado porque tiene más de mil páginas por delante, pero dosificadas en cuatro libros: La amiga estupenda, Un mal nombre, Las deudas del cuerpo y La niña perdida. Además, hay una serie muy fiel dirigida por Saverio Costanzo. Estas novelas, más que leerse, se viven

 LORENZO SILVA. Escritor. «Días en blanco». José Luis Sampedro. Plaza & Janés, 2020. 464 páginas

Recomiendo, por muchas razones, leer Días en blanco, la poesía completa (y secreta) de José Luis Sampedro recién publicada por Plaza & Janés. Recoge los poemas que escribió y guardó desde los diecinueve años, cuando le reclutó la guerra civil, hasta su vejez. Hay poemas de amor, existencialistas, satíricos. Estos últimos muestran al Sampedro burlón que mataba así el aburrimiento en congresos, reuniones o tribunales. Sobrecogen los que compuso al final de la guerra, desde la piel del sobreviviente. O la confesión del titulado Guardián: «Es otro quien escribe, no mi mano. / Alguien que no soy yo y está escondido».


MANUEL VILAS. Escritor. «El escapista». Javier Sebastián. Alianza. 2020. 216 páginas

El escapista es una novela escrita con una imaginación precisa y a la vez festiva. Es una historia de hombres altísimos. Los hombres más altos del mundo. La estatura física se convierte en un canto a lo desproporcionado. Solo a través de la desproporción vemos mejor la sociedad y la civilización. Javier Sebastián es un novelista extraordinario. Y esta obra indaga en la temática del doble a través de la vida de dos hermanos gemelos. En las novelas de Javier Sebastián siempre hay un viaje implícito a los límites de la condición humana. Lean esta tierna novela. Es un prodigio.

FERNANDO SAVATER. Filósofo. «Goethe se muere». Thomas Bernhard. Alianza, 2012. 120 páginas

Para escapar de esta plaga, recurro a la prosa personalísima e inmisericorde de Bernhard en este libro que reúne cuatro relatos poco conocidos del austríaco genial. Agresivo, irónico, contundente, rechazando toda floritura innecesaria y cerrando las vías de escape, estas páginas de Benhard magistralmente traducidas por Miguel Sáenz nos obsesionan hasta mucho después de haber cerrado el libro. Más vale desesperarse con Bernhard que consolarse con los demás.

IRENE ESCOLAR. Actriz. «Las pequeñas virtudes». Natalia Ginzburg. Acantilado, 2002. 168 páginas

Desde siempre me ha gustado esta gran escritora italiana y soy fiel lectora suya. Entre sus libros, me parece especialmente recomendable para estos difíciles momentos por los que atravesamos Las pequeñas virtudes, formado por breves relatos, a caballo entre el ensayo y la autobiografía. Natalia Ginzburg nos habla desde una intimidad que emociona al compartir con nosotros sentimientos, sensaciones, detalles cotidianos, revelándonos su experiencia como mujer, escritora y madre. Vemos como vivió etapas trágicas, sobre todo la guerra y la postguerra, en una lucha personal y colectiva por salir adelante. A destacar también el homenaje que rinde a su amigo Cesare Pavese.