sábado, 17 de diciembre de 2016



FELIZ NAVIDAD





“Feliz, feliz Navidad, la que hace que nos acordemos de las ilusiones de nuestra infancia, le recuerde al abuelo las alegrías de su juventud, y le transporte al viajero a su chimenea y a su dulce hogar” de Charles Dickens



Queremos felicitaros estas Fiestas a todos los que visitáis nuestro blog regular o esporádicamente. Aquí dejamos el testimonio de nuestra alegría compartida y os animamos a seguir disfutando de la lectura porque ya sabéis ”Todo está en los libros”




Es nuestra compañera Pepa quien, una vez más, nos ofrece la expresión de su vena poética como felicitación navideña:

Silenciosa tarde de otoño.
La hora del ocaso, luz escasa,
hielo en el aire, y un cielo gris y opaco.
Como una ráfaga fugaz
cruza por mi mente el recuerdo
de esas tarde de verano
cálidas, y doradas, y rosa,
de cielo azul, cobalto y despejado
en el que ya se dibujan algunas estrellas,
o la, aún pálida, luna creciente.

Silenciosa tarde de otoño.
Hora de oración, de recogimiento,
de imposibles sueños,
de pensamientos sinceros,
de inagotables recuerdos.
Me gustan los atardeceres,
esos momentos íntimos
para la reconciliación con el pasado,
para  la contrición y el perdón,
para la contemplación y el éxtasis.

Silenciosa tarde de otoño.
La hora del ocaso, luz escasa,
hielo en el aire, y un cielo gris y opaco.
Breves instantes
para sentirse vivo,
conforme, agradecido.

Y esperar la noche a cambio de nada.
Porque mañana…
Sí, tal vez…mañana
   
Pepa Sirvent

 ¡NO PERDÁIS NINGUNA OCASIÓN DE SER FELICES!




jueves, 8 de diciembre de 2016



DESGRACIA. John Maxwell Coetzee
 (Ciudad del Cabo, 09 de Febrero de 1940).

“Cuando la incomprensión abre la puerta a la violencia”.

           
Desgracia” es una obra compleja, muy directa, con un léxico duro rayando a veces los límites del buen gusto, que se desarrolla en la Sudáfrica todavía inmersa en los devastadores efectos del Apartheid y consta de dos partes bien diferenciadas: La primera nos relata la vida rutinaria de David Lurie, el protagonista, profesor Universitario que actuando con un acervado cinismo y arrogancia, está por encima del bien y del mal, imbuido en una apatía existencial y vocacional, rota únicamente por las relaciones íntimas a golpe de impulsos que va manteniendo con mujeres muy variopintas de toda clase social a las que despersonaliza por completo. Esta actitud casi autodestructiva, origina el obligado abandono de su carrera cuando estas relaciones se llevan a cabo con una de sus alumnas (Melanie Isaacs), desembocando en la huida a una de las zonas más deprimidas de Sudáfrica donde su hija, (Lucy Lurie), es propietaria de  una granja y sobrevive usándola como residencia canina y cultivando flores para su posterior venta en el mercado local.
           
            Aquí es donde comienza la segunda parte de la novela, dejando atrás la frivolidad del principio y tornándose con un cariz desolador, sórdido, desesperanzado y de una extrema violencia cuando padre e hija son víctimas de una agresión por parte de tres individuos de raza negra, que poco a poco irá distanciándolos  en la forma de afrontar tal Desgracia; ahora la seguridad y soberbia de David se desmoronan, se ve obligado a  recibir ayuda de todos aquellos que internamente le inspiraban desprecio  y esto va a ir provocando que se humanice a medida que transcurren los acontecimientos.

            El personaje de Lucy, se nos muestra como una mártir, una sufridora que trata de expiar el simple hecho de ser blanca, ella es el objeto del odio racial, representa a ojos del hombre negro, la desfachatez del colono que se apodera de lo que no es suyo y cree estar justificado  por el mero hecho de asentarse sin darle permiso y sin pedir perdón por los desmanes posteriores, y a pesar de todo ello, es reacia a seguir los dictámenes que le marca su padre de alejarse de aquella comunidad que tanto daño le ha hecho.

            Aunando los dos mundos (el colonial y el mundo negro) está Petrus, empleado de la granja, un ser siniestro, frio, calculador, que bajo la fachada de su ignorancia y simplicidad, sueña con grandes aspiraciones de terrateniente sin importarle como tenga que conseguirlas. Va a representar en la diferente manera de ser tratado tanto por David como por Lucy, la bipolaridad de sentimientos que la raza negra infunde en la obra: rechazo, miedo, desconfianza, desprecio……, pero también el reconocimiento de su legitimidad como dueños morales de la tierra, acreedores de un peaje que Lucy estará dispuesta a pagar por sentirse integrada en la comunidad.

            Otro personaje clave es Bev Shaw, amiga de Lucy, una mujer sencilla, sin atractivo, algo anodina a primera vista pero que con su trabajo de voluntaria en la Perrera, intenta aliviar el sufrimiento de estos animales y acompaña en sus últimos días a los que deben pasar por el trance de morir, dándoles el protagonismo y la importancia que nadie les ha brindado nunca. Es la artífice de uno de los momentos más conmovedores y compasivos de la obra, consiguiendo que germine en David un sentimiento de piedad como no lo había experimentado con ningún ser humano; su escepticismo se resquebraja cuando descubre  que poseen “alma”.

            Finalmente, la obra nos deja un regusto amargo porque no vislumbramos ningún atisbo de esperanza en el porvenir; sus personajes, que se nos muestran sin un pasado, vegetan en un presente caótico y cruel, avocados a vivir sin un futuro.

Esther Moreno Sánchez.



sábado, 3 de diciembre de 2016


EDUARDO MENDOZA, PREMIO CERVANTES 2016




A estas alturas, todo el mundo, al menos el literario, sabe que el Premio Cervantes, el galardón más prestigioso de las letras en lengua española, ha sido otorgado al escritor Eduardo Mendoza, nacido en Barcelona en 1.943.

A los lectores que lo seguimos –al menos ese es mi casodesde la publicación de su primera novela, La verdad sobre el caso Savolta, este reconocimiento a su buen hacer nos llena de satisfacción, al tiempo que sentimos el pequeño orgullo de que nuestras preferencias literarias hayan sido refrendadas por los sesudos intelectuales integrantes del jurado.

 Eduardo Mendoza pertenece al grupo de grandes escritores (Galdós, Dickens, Tolstoi, Mark Twain, Kundera y un larguísimo etcétera) que no sólo se reconocen deudores de Cervantes y de su Quijote sino que, además, lo tienen a gala.

En el caso de Mendoza han sido numerosas las declaraciones y escritos que ha hecho referentes a este tema. He aquí algunas:

“Cervantes ha tenido una enorme influencia en mí como escritor y como persona”
“Cuando leí El Quijote, en el Preuniversitario, me quedé inmediatamente abducido. Me di cuenta de que se puede escribir literatura sin perder la sonrisa”.
“Lo que caracteriza a Cervantes es la sencillez, la elegancia y el buen rollo.”
En Mendoza, desde sus novelas más serias y documentadas como La verdad sobre el caso Savolta o La ciudad de los Prodigios, como en las más desquiciadas e hilarantes peripecias del orate detective de El laberinto de las aceitunas o El tocador de señoras, se entrevé una fina capa de ironía, un amor hacia sus personajes y, como, el mismo dice “sencillez, elegancia y buen rollo”, de origen claramente cervantino.

Por último, y aprovechado que estamos entre amigos, me atrevo a recomendar – ya lo hice en este mismo blog con otra de sus obras: Una comedia ligera– que ésta es una buena ocasión para que aquellos que no lo hayan leído lo hagan y los que ya lo conocemos para releer alguna de sus obras.

Juan Cuerda.