viernes, 28 de octubre de 2022

 

“CINCO HORAS CON MARIO”

Miguel Delibes 1966

 


Es la segunda lectura del recién iniciado curso. Para mí, la tercera lectura de lo que a mi parecer es una de las mejores novelas del autor, y probablemente de esa época que abarca el tercer cuarto del siglo XX. Además, y en paralelo a la fuerza misma del texto escrito, permanece en el recuerdo la extraordinaria versión teatral que de ella hizo la actriz Lola Herrera desde su primera versión allá por el año 1979. Demasiados retos…

El día de la puesta en común plantee al grupo mis dudas, y les propuse hacer algo hasta ahora inédito, que cada miembro de la asamblea escribiese en un papel un pensamiento que definiese su valoración…

“La sociedad de los años sesenta. El matrimonio y la incomunicación después de veinte años de convivencia”

“El grito de una España, educación y sociedad. En el último capítulo queda la imagen de una mujer frágil, indefensa ante un mundo que no reconoce”

“Una crítica de la España de la época. Un libro valiente para el momento histórico, la dictadura de Franco”

“Una extraordinaria creación de personajes, verdaderos arquetipos en una época de transición, de cambios”

“Recordando una época. Ella, clasista, no entiende para nada al marido”

“Una mujer frustrada que no conoció el amor”

“Es una certera visión de la época”. ¿Cómo pudo pasar la censura?”

Algunas compañeras se acompañaron de frases entresacadas del texto:

-      ¿Para qué van a estudiar las mujeres, para hacerse marimachos?

-      Por nada del mundo quisiera tener un hijo intelectual, una desgracia así, antes que Dios me lleve”

-      Una de dos, Mario, que no hay quién te entienda, o eres amigo o eres enemigo, pero si eres amigo júntate con tus iguales, zascandil, que es lo que te corresponde y deja en paz a los obreros y a los paletos que ya saben tenerse solos”

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 En realidad muy poco más que añadir, pero las intervenciones orales, los diferentes matices sobre los mismos pareceres nos llevaron nuestra largas dos horas…

En el aspecto literario, prevalece la idea de que es, no sólo una de las mejores novelas del autor, también y muy probablemente, una de las mejores de ésa etapa que se caracteriza por la aparición de un narrador en primera persona y que se sirve del  monólogo como medio de interpretación del mensaje.

Aunque los personajes principales sean dos, que en realidad es uno, Carmen-Menchu a través del cual y de su versión podemos conocer al otro, Mario, el resto, desde la madre de Carmen hasta el padre y los hermanos de Mario, las amigas de ella o los compañeros del periódico de él, su propio hijo mayor, o la comparsa que acude a ofrecer sus condolencias por el inesperado fallecimiento de Mario, resultan imprescindibles y está tan bien construidos que sin cualquiera de ellos la imagen del lector quedaría coja…y para los que hemos sido testigos presenciales de esa época y de esas circunstancias, verdaderos arquetipos.

Es curioso que apenas se hace referencia a espacios y salvo ligeros apuntes, cómo es el caso del despacho en el que se instala la sala mortuoria y se vuelven los libros del revés para que no desentonen los colores de sus lomos con el ambiente del “luto” que requiere la ocasión,  sin embargo el lector se adentra en las limitaciones del piso, y del edificio en el que viven, o en el instituto donde trabaja Mario, o en el estudio de los pintores…

El tiempo de la narración es muy importante. Cinco horas de confesión. Toda una vida que se repite y se repite, monótona y doliente, insatisfecha, segura en la seguridad que proporciona la absurda creencia de las certezas. Más de treinta años de vida y de historia…porque el tiempo, es la historia de esos años en que transcurren las vidas de ambos personajes, poco más que adolescentes durante la Guerra, un matrimonio sin amor y sin comunicación, una insatisfacción materialista de lujos pequeños que se conforman con la posesión de “un seiscientos”, unos hijos que tendrán que vivir otras vidas en otros momentos, una sociedad sometida en lo político y en lo social por las “verdades” religiosas, un inofensivo desliz amoroso con un amigo triunfador que remuerde su conciencia en el universo de Carmen…y en paralelo, Mario, intelectual, religioso postconciliar, socialmente comprometido con ideas de igualdad y de mejora de las clases más desfavorecidas, honrado en lo social y fiel a sí mismo…siempre visto a través de la versión de su mujer. Mario acaba de morir.

En cuanto al estilo del lenguaje, es una constante la riqueza y sencillez que prevalecen en toda la obra del autor. La voz de Carmen es la de una mujer poco cultivada, del pueblo llano, que se expresa con rodeos a veces, con demasiada franqueza en otras, repitiendo siempre los mismos pensamientos, apoyándose con insistencia en sus infinitamente repetidas ideas. Esclarecedor. El lector se siente identificado por la proximidad que trasmite el monólogo y la simplicidad las expresiones…

Entre los muchos apoyos que puedan ayudar a comprender mejor el sentido de la novela, termino  mi comentario con un mensaje del propio autor:

 

“Queridos Amigos: algunos críticos han querido ver en el libro cuya lectura vais a iniciar, un  retrato de la mujer española de hace cuatro lustros, cuando, en realidad, se trata de una interpretación personal de las tan traídas y llevadas “dos Españas” en la década de los sesenta.

Para mi objeto, pues, lo mismo daría que fuese Menchu la que yaciera en el ataúd y Mario el que monologase.

Los personajes presentan dos puntos de vista, sí, pero no por razón de su sexo.

Con mi afecto.  Miguel Delibes”

(Mensaje que acompaña a una edición de Círculo de Lectores de 1983)

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 Biografía breve:


 
Miguel Delibes Setién nació en Valladolid el 17 de octubre de 1920. Fue el tercer hijo del matrimonio entre Adolfo Delibes y María Setién. Su padre fue titular de la cátedra de Derecho en la Escuela de Comercio de Valladolid. Su abuelo materno —Miguel María Setién— fue un conocido jurista integrante del movimiento político carlista. En 1936 se graduó de bachiller en el Colegio Lourdes de su ciudad natal. Poco después sirvió como voluntario en la marina del ejército sublevado durante la Guerra Civil española (1936-39). Una vez terminada la contienda retornó a su tierra para recibir formación universitaria; sucesivamente completó estudios en Comercio, Derecho y Artes, y se graduó como Intendente Mercantil en Bilbao; posteriormente se hizo con la cátedra de Derecho mercantil en la Universidad de Valladolid. En 1941, el periódico vallisoletano “El Norte de Castilla” le contrató como caricaturista. En abril de 1946 se casó con Ángeles Castro, quien fue su musa en muchos de los futuros trabajos literarios del escritor español. Falleció el 11 de marzo de 2010. A su capilla ardiente acudieron más de 18.000 personas.

Dejó una obra muy vasta y rica. Aparte de sus 20 novelas publicadas, completó el lanzamiento de nueve libros de relatos, seis libros de viajes, diez libros de caza, veinte ensayos e infinidad de artículos periodísticos. El autor de “Cinco horas con Mario” es uno de los más grandes novelistas de la historia de España. Comienza su carrera como escritor en 1948 con “La sombra del ciprés es alargada”, con el  que gana el Premio Nadal. A partir de ahí, lanza obras como “Aún es de día” (1949), “El Camino” (1950), con la que alcanzó la consagración en el mundo de las letras y de la expresión literaria de la posguerra española, aunque la censura no dejó de hostigarlo, especialmente tras ser nombrado subdirector de El Norte de Castilla, y a pesar de ello, el autor vallisoletano no detuvo su ritmo durante los años cincuenta y continuó publicando un promedio de un libro al año: Mi idolatrado hijo Sisi” (1953), “La hoja roja” (1959) o “Las ratas” (1962).  Es en 1966 cuando llega su obra magna:Cinco horas con Mario”. Le seguirían otras como “Las guerras de nuestros antepasados” (1975) y”Los Santos Inocentes” (1981). Las dos primeras han sido adaptadas al teatro en varias ocasiones. Mario Camus llevó, de forma magistral, Los Santos Inocentes al cine.  En 1998 publica El hereje” con la que consigue el Premio Nacional de Literatura. Su obra tiene una temática que siempre pivota en torno a Valladolid, el agro castellano y todo visto desde la perspectiva de un católico liberal. Su visión crítica de todo, que aumenta con el paso de los años, tiene como objetivo los excesos de la vida más urbana. Cargó en su obra contra la pequeña burguesía, recordó su infancia, criticó las injusticias de la sociedad y dio voz al mundo rural, descubriendo infinidad de expresiones castellanas al mundo.

Entre otras condecoraciones, Miguel Delibes ganó el Premio Nadal (1948), el Premio de la Crítica (1953), el Premio Príncipe de Asturias (1982), el Premio Nacional de las Letras Españolas (1991) y el Premio Miguel De Cervantes (1993), como los más destacados.

  Pepa Sirvent – Albacete 20 de octubre 2022

 

 

 

lunes, 10 de octubre de 2022

 

  LOS ASQUEROSOS (2017) - SANTIAGO LORENZO (1964 )

 
SANTIAGO LORENZO JIMÉNEZ, es director, productor, guionista y diseñador de escenografías cinematográficas, y es conocido en sus últimos años por su faceta como escritor.

Nació en 1964 en Portugalete ( Vizcaya ), en donde vivió hasta 1981. Hijo de profesores, cursó sus primeros estudios en un colegio del Opus Dei, en la margen derecha de la ría de Bilbao, residencia habitual de la alta burguesía vasca.

En Valladolid, en donde reside desde 1981 al 85, realiza estudios artísticos, relacionados con escenografías y diseño de maquetas. Posteriormente, volvería a Valladolid en diversas ocasiones, para rodar y ambientar allí varios de sus documentales y dos de sus películas.

En Madrid completó su formación académica, estudiando IMAGEN Y GUION en la Universidad Complutense y DIRECCION ESCENICA en la Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD )

En 1989 crea la productora El Lápiz de la Factoría, con la que dirigió varios cortometrajes, entre los que destacan MANUALIDADES, en la que muestra su habilidad en el diseño de escenas y maquetas, y CARACOL, COL, COL, ganadora en 1995 del Goya al Mejor Corto de Animación.

En 1997 estrenó su película MAMA ES BOBA, comedia agridulce que narra la historia de un niño que, además de sufrir acoso escolar, convive con unos padres que, muy a su pesar, se empeñan en producirle una tremenda vergüenza. Y en 2007, UN BUEN DIA LO TIENE CUALQUIERA, en donde utiliza a una persona, incapaz de conseguir un afecto ajeno ni un lugar en el mundo en donde caerse muerto, para explicar y criticar un problema colectivo : Encontrar un lugar en el mundo ó un piso en la ciudad, en donde poder vivir . Al respecto, dice el autor : “ La seña de identidad en España ya no es la paella ni la sangría, sino la cabronada de no tener casa. El piso constituye un universo lleno de referencias para los treintañeros . Yo lo he sufrido, y me he querido morir de asco”.

En 2005 superó su adicción al alcohol . En 2007, harto de los tejemanejes del mundo del cine, decidió distanciarse del mismo y ceder sus ideas a la literatura. “A los “pijos” les queda bien hacer cine social : Hacer negocio con las desgracias ajenas me parece asqueroso”. Dice el autor, y añade: “ Lo único que tengo en esta vida, es mi afán de evasión por medio de absurdas invenciones . Esto, y cierta capacidad para convertirlas en algo tangible”.  A partir de ese momento, abandona el mundo del cine y se dedica, casi en exclusivo, a escribir.

Desde 2012 reside en una pequeña aldea de Segovia, junto a otros 26 vecinos. Allí busca leña, se hace café con churros, construye maquetas y, sobre todo, escribe.

Entre sus novelas sobresalen: LOS HUERFANITOS, en la que tres hermanos que odian el teatro, se ven obligados a montar una obra para salvar sus vidas; LOS MILLONES, en la que uno de los personajes, que pertenece al GRAPO, acierta una Primitiva, pero no puede cobrarla por carecer de D.N.I.; LAS GANAS, historia de Benito, un tipo que además de feo es desgraciado, lleva tres años sin sexo y desarrolla un síndrome de abstinencia que le complica todas las facetas de su triste vida  Finalmente, en 2018, le llegó el reconocimiento de la crítica y el éxito literario con LOS ASQUEROSOS, premiada con el Premio Cálamo al mejor libro de 2018 y adaptada al teatro en 2020.

Elementos comunes a todas las novelas de Lorenzo pueden considerarse:

CARÁCTER AUTOBIOGRAFICO. Santiago Lorenzo, como algunos de sus personajes, da forma biográfica a un tío que no tiene donde caerse muerto.

UN ESCENARIO Y UN AMBIENTE DOBLE, en el que contrastan el silencio, la quietud, el horizonte limpio, la ternura y el paraíso de confort que el personaje desea, con la estridencia, la mala leche, la burla y las continuas trampas que el mundo exterior le tienden y que él rechaza.

SITUACION TRAGICOMICA DE LOS PERSONAJES, cada uno de los cuales personifica al individuo como un náufrago, perdido y abandonado a su suerte en plena mar.

RASGOS SIMULTANEOS DE HUMANISMO Y DE CRUELDAD, que ofrecen al mismo tiempo, una visión poética y desalentadora del mundo, y generan en los lectores, “lágrimas de risa y de pena”.

CRITICA SOCIAL a cierto costumbrismo social (idealismo rural, consumo televisivo, juegos de lotería y quinielas) y cultural (cine y teatro ), así como a los abusos de algunas instituciones públicas . Realiza su crítica, alternando un equilibrio entre ternura y mala leche. “Hay que hacer las cosas a lo bestia : Ó vives ó dejas de vivir “, alega el autor.

SURREALISMO Y SENTIDO DEL HUMOR, más agrio que agridulce y más provocador que burlesco. “Supongo que tengo tendencia a reírme de las cosas como todos los tristones”, comenta el escritor. Emplea el uso de palabras inventadas, refranes, frases oportunas y sentencias, para exagerar los defectos de los personajes y para arropar la ambientación y el humor, reforzando el dramatismo de la escena. En este aspecto, y en cierto modo, nos recuerda el humor de Jardiel Poncela, Luis Buñuel y Rafael Azcona.

LOS ASQUEROSOS (2018 ). Narra la historia de Manuel, joven misántropo, inadaptado a la vida en la gran ciudad, que vive y trabaja en Madrid, en un ambiente de aislamiento y soledad.

Casualmente, en una manifestación callejera, hiere de gravedad a un policía. Ante el temor de haberle causado la muerte, huye de la ciudad, refugiándose en una pequeña aldea, abandonada y alejada de la ciudad, en donde intentará iniciar una nueva vida y pasar desapercibido para el resto del mundo.

Durante un año consigue vivir en ese ambiente , superando los problemas de su propia alimentación y la de su móvil, que le mantiene en contacto con su tío, única persona que conoce su situación y que le ayuda a superarla. Adaptado plenamente a este estado de supervivencia  - verificado por sus frecuentes EXAMENES DE SOLEDAD Y TEST DE TRANQUILIDAD/ FELICIDAD - , Manuel descubre y comprueba en sí mismo, que no necesita casi nada de todo aquello – ni pelas, ni gente, ni afecto, ni reconocimientos, ni amores , ni ánimo – que el resto del mundo desearíamos tener y que nos esclaviza  y nos atrapa entre la hipnosis, la imitación, la vanidad y el fraude.

Pero el mundo exterior no está dispuesto a dejarle vivir en paz, y, pasado un año, y, en forma de estridentes y molestas familias de domingueros – ASQUEROSOS O MOCHUFAS – comienzan a llegar todos los fines de semana, para recordarle que existe otra vida fuera de allí, y forzarle a abandonar su paraíso de confort.

A partir de ese momento, todos los fines de semana, Manuel tiene que “sudar los mangos”, soportando pacientemente, escondido y “dolorondo”, a esta pandilla de “omnívoros de genitales tapados”, entre los que destacan JOAQUI LA MATRIARCA, LA CHORRABOBA, LOS TUFIDOS Y LOS NIÑOS PLAÑIDEROS (todos ellos ASQUEROSOS). Pero, convencido de que esa es la vida que desea vivir, Manuel deberá armarse ahora de paciencia y de imaginación para lograr alejar de allí a todos esos asquerosos , A partir de ese momento, Manuel empieza a construir una “putada en diferido” que, finalmente, y tras no pocos tropiezos, logrará alejar definitivamente a los mochufas y apropiarse de sus propiedades.

Mientras tanto, el tío de Manuel – que además es el narrador de la novela - , además de aprender a guardar un secreto entre extremeños, ha tenido conocimiento de la curación del policía herido por Manuel – aunque, posteriormente falleció en un conflicto entre policías -, de la investigación posterior y del archivo del caso, quedando Manuel exento de culpa alguna.

Acordado entre Manuel y su tío fecha y hora para recoger en la aldea los enseres y al propio Manuel, al presentarse en ella, el tío solo encontró, sobre la mesa, una nota firmada por Manuel, en la que decía: TE QUIERO MUCHO. Manuel había desaparecido.

Albacete, Octubre de 2022

 P.D.       Acerca de la novela y de su propia estancia, durante más de una década, en una aldea segoviana, cuyo censo en 2020 era de 17 personas, dice Santiago Lorenzo lo siguiente:

. La novela es un humorístico alegato al aislamiento y una carcajada al idealismo rural. Muchos se mudan al campo y luego no saben dónde meterse.

. Siempre he preferido la libertad a la pasta.

.  Al principio de mi retiro al campo, me veía con mi mujer cada dos semanas. Pero luego dejamos de vernos. No tengo hijos, ni mascota, ni carnet de conducir, pero soy apasionado de la prensa y de Internet. Guardo gran cariño y buenos recuerdos de la ciudad de Madrid, pero creo que no habrá una segunda parte mía en esa ciudad.

. Yo elijo la España vacía. La España llena sí que me parece un problema preocupante. Los que portan la bandera más grande de España, son los que más ignoran de su propio país.

MANUEL JIMÉNEZ

 

 

viernes, 7 de octubre de 2022

EN MEMORIA DE JAVIER MARIAS (1951-2022)

    


Como sabéis hace unos días nos dejó JAVIER MARÍAS: escritor de novelas, ensayista, traductor y Académico.

Su labor en la Academia osciló entre la ortodoxia  y la cruzada para evitar la desaparición de algún término del diccionario.

Como traductor, él mismo expresa en este artículo- que nos envía Pepa-el objetivo que siempre se propuso conseguir en la traducción de obras de grandes autores que han llegado a la lenga Española gracias a  su trabajo.

Muchos de sus lectores nos hemos quedado un poco más huérfanos.

De los muchos comentarios, hechos a su muerte, destaco el de Mario Vargas Llosa:

"Fue un escritor de verdad, en las buenas y en las malas a quien hay que releer para entenderlo bien y captar con sabiduría los oscuros mensajes que dejó y que están dirigidos sobre todo a los jóvenes, a los continuadores de aquello que fue su vida"

Javier Marías: El más verdadero amor al arte

(Columna Digital Semanal)


Esta es la última columna que Javier Marías escribió para Columna Digital, un homenaje a los traductores. El novelista la había dejado escrita en julio para ser publicada a la vuelta de su habitual parón de agosto. Este septiembre, su estado de salud impidió que volviera a su cita semanal con los lectores. Esperábamos poder iniciar la nueva temporada con esta columna cuando se recuperase, pero tras la muerte del escritor este domingo, se convierte en la última entrega de ‘La zona fantasma’, la número 939 desde que Javier Marías comenzó a escribir en el diario en febrero de 2003.

Si hay una actividad que echo de menos, esa es la traducción. La abandoné hace ya décadas, con pequeñas excepciones (un poema, un cuento, las citas de autores ingleses y franceses que aparecen en mis novelas), y nada me impediría regresar a ella, salvo mis propios libros y lo mal pagada que sigue estando esa labor esencial, sin duda una de las más importantes del mundo, no sólo para la literatura; también para las noticias que llegan, los descuidados subtítulos de películas y series, el bastardo doblaje de hoy, los avances médicos, las investigaciones científicas, las conversaciones entre los gobernantes… Pero la que yo añoro es la literaria, a la que dediqué casi todos mis esfuerzos. Siempre he sostenido que se parece tantísimo a la escritura que es agotador compaginarlas. La “única” diferencia es la presencia de un texto original al que uno ha de ser fiel —pero no esclavo de él—. Ese original ofrece inconvenientes y ventajas. Entre los primeros, que uno nunca es muy libre —pero sí bastante— porque debe reproducir lo mejor posible, en su lengua, lo que en las suyas escribieron Conrad o James, Proust o Flaubert, Bernhard o Rilke; es decir, uno no puede inventar. En una novela sí, de la primera a la última línea, hasta el punto de que a veces uno no sabe cómo continuar, y es entonces cuando desearía disponer de un original que lo guiara y le dictara siempre lo que le toca poner. El texto original, como la partitura musical, está ahí y es inamovible, aunque tanto el traductor como el pianista tengan amplio margen de elección. La dicción, la preferencia por un vocablo o su descarte, el tempo, el ritmo, las pausas, son responsabilidad de ellos. Y pueden destrozar una obra maestra, eso también.

A menudo recuerdo, a la vez con sudores fríos y enorme placer, mis meses o años empleados en traducir los tres textos más difíciles de mi vida: El espejo del mar, escrito en el fantástico pero extraño inglés de un polaco; Tristram Shandy, obra monumental del siglo XVIII no menos laberíntica que el sobadísimo Ulysses de Joyce; La religión de un médico y El enterramiento en urnas, de Sir Thomas Browne, sabio inglés del XVII con una prosa tan majestuosa como sublime como alambicada, que suscitó la admiración incondicional de Borges y Bioy. Ante ella me rendí: no me sentía capaz de proseguir. Al cabo de unos meses, pensé que era una lástima que los lectores de lengua española se quedaran sin conocerla y, con renovado brío, reanudé y concluí la tarea. ¿Por qué me importaba tanto el conocimiento de esos lectores, que en ningún caso iban a ser cuantiosos? Ni yo lo sé. Sencillamente juzgué que esa maravilla merecía existir en mi idioma, aunque fuera para disfrute y provecho de unos pocos curiosos.

Algunos traductores no viven de la traducción —los que sí, pobres, se ven obligados a empalmar trabajos malos, regulares y buenos, y a acabarlos todos a gran velocidad—. Los primeros poseen un superfluo y desinteresado sentido del deber para con sus compatriotas. Si pensamos en la primera traducción del Quijote, del dublinés Thomas Shelton y de 1612, sólo siete años después de su publicación en español, ¿qué tuvo que impulsar a aquel hombre para embarcarse en una novela española, larga y nada fácil, de un completo desconocido? Lo ignoro, pero cabe imaginar que Shelton fue tan generoso como para no querer privar a los demás irlandeses ni a los ingleses del placer que él habría experimentado durante su lectura en castellano. Si alguna vez fue adecuada la expresión “trabajar por amor al arte”, es para la labor de esos traductores. Al fin y al cabo, un escritor alberga la esperanza, por remota que sea, de vender mucho y triunfar. Al traductor nunca lo aguardan tales glorias, y aún hoy bastantes editoriales se permiten no poner su nombre en la cubierta, como si Ali Smith o Zadie Smith no hubieran necesitado de un concurso. Y si hablamos de emolumentos, es para echarse a llorar. ¿Cómo va a pagarse igual una versión de Dickens que una del enésimo chisgarabís americano actual? Y sin embargo así sucede. Hay editores que se han hecho de oro merced al trabajo de un traductor, al que retribuyeron con una rácana tarifa por página y se acabó, mientras el título en cuestión vendía cientos de miles de ejemplares en español.

No sé, sí: también una hija puede cuidar a su madre por el amor que le profesa, pero eso no obsta para que su ímproba dedicación se vea remunerada, sólo sea para que no se muera de hambre mientras renuncia a ganarse el sustento con un empleo. Desde ese punto de vista no puedo sentir nostalgia de mis años de traductor. Me ha ido mucho mejor con mis novelas. He gozado de una inmensa suerte que poco tiene que ver con el mérito ni con el talento. Y aun así, aun así… Recuerdo cómo me satisfacía y emocionaba “reescribir” en mi lengua un texto mejor que ninguno que yo pudiera alumbrar, como fue el caso de mis tres traducciones mencionadas. Leer, corregir y releer cada página y pensar (siempre sujeto a equivocación, uno es mal juez de lo que hace): “Sí, sí, así lo habrían escrito Conrad, Sterne o Browne de haberse expresado en español”.

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