EL CONFINAMIENTO DE
ANA FRANK
Últimamente se han colado en nuestro vocabulario, con
demasiada frecuencia, palabras y frases repetidas hasta la saciedad: Confinamiento,
desconfinamiento, escalada, desescalada, volver a la normalidad, la nueva
normalidad, ya nada será como antes…
Nos dijeron hace casi tres meses “Quédate en casa” y
no nos podíamos hacer a la idea de lo que nos estaba pasando pero nos fuimos adaptando a esta situación
inédita.
Creo que cada uno vive su encierro como puede, según
el propio microcosmos que es cada individuo. Todos los estados de ánimo son
posibles: desde el hastío y aburrimiento, a la creatividad y solidaridad. Pero
en general, hay que reconocer, que lo
vivimos con bastantes comodidades. Podemos salir a la calle aunque sea con
limitaciones. Contamos con medios de comunicación generalizados: periódicos, radio,
televisión, móviles que nos permiten
contactos mediante los que
buscamos afectos, más que nunca, e incluso
más allá de lo habitual, interesándonos de cómo otros sobrellevan el momento.
Es cierto que muchos de nosotros hemos estado en un carrusel
de emociones: hemos pasado miedo, algunos mucho- porque han sufrido esta
terrible enfermedad- hemos llorado por los que se han ido, no hemos podido
expresar, como estamos habituados, nuestros afectos más profundos, quizás la
depresión haya acompañado a más de uno… y seguimos anhelando lo que hemos
perdido en estos meses. Nos lamentamos con expresiones como: “Nos han robado
la primavera, los abrazos, las reuniones
familiares…
Aunque ya se ve la luz al final del túnel en el que
aún estamos, noto desazón como si se quisiéramos quemar las etapas que quedan.
Y haciéndome estas consideraciones estaba yo, cuando
volví los ojos a un libro que lleva años
en mi biblioteca:
EL DIARIO DE ANA FRANK
No pretendo resumir esta obra porque
creo que es sobradamente conocida. Me voy a centrar en hacer una aproximación,
necesariamente superficial, de cómo vivió el confinamiento su protagonista.
Ana Tuvo que soportar un encierro de dos años junto a sus padres, su
hermana Margot y cuatro personas más de otra familia.
Se trasladaron a su escondite andando, sin maletas, para no llamar la
atención, con todos los vestidos puestos que podían.
Algunos amigos les daban lo necesario para subsistir accediendo a su escondite a través de una entrada oculta detrás de una estantería
De familia judía, fueron de Alemania a Ámsterdam huyendo de la persecución de
Hitler. Allí, después de un tiempo, también se pusieron mal las cosas para los
judíos. Así que tuvieron que esconderse prácticamente
en un zulo. En él permanecieron desde el 14 de junio de 1942 al 4 de agosto de
1944 en que fueron trasladados al campo de concentración Auschwitz. Ana acabó sus días en Bergen-Belsen Allí moriría de tifus, precisamente una enfermedad infecciosa, tenía 15
años. Le tocó experimentar, tan joven, la barbarie nazi.
El suyo sí
fue un terrible confinamiento. Tuvo que recomponer su vida. Se agarró,
como nos ha ocurrido a muchos en este
Covid-19, a los libros. "Las personas libres jamás podrán
concebir lo que los libros significan para quienes vivimos encerrados", escribió en su cuaderno
Su padre le había regalado un diario poco antes de
este encierro al que bautiza como "Kitty" y
que, según ella misma, a partir de entonces, sería su mejor amiga.
En él, comienza a escribir
todo lo que le ocurre a ella y a su familia así como sus pensamientos. Como
siempre había soñado con ser escritora, comienza a redactar cuentos y citas que
copia de los libros que lee. De esta forma, la escritura se
convierte en la principal aliada de Ana. Pero tiene dudas al respecto:
“Más adelante, ni yo ni nadie va a estar interesado en
leer las reflexiones
de una niña de 13 años. ¡No importa! Quiero escribir”
Ella denominó a su cuaderno: “La casa de atrás” luego ha pasado
a la posterioridad como “El diario de Ana Frank” dejando, sin saberlo, un inmenso legado a la
Humanidad. El libro fue editado en 1947
El Diario es
una obra que describe el paso de una joven de la niñez a la adolescencia y de
la adolescencia a la madurez en unas circunstancias extremas.
“Anhelo montar en bici, ver gente,
sentirme libre”, escribió tras dos años de encierro, tenía 15 años.
Obviamente nuestro encierro por el Covid-19 está a mucha distancia de lo que
Ana Frank vivió. Cuando ella hablaba de que estaba “rodeada de peligros y oscuridad”
se refería a algo mucho más siniestro y atroz que el covid-19. Nuestra
desescalada será camino de una libertad aunque con precauciones. Su desconfinamiento fue por la Gestapo y para
terminar como todos sabemos.
Nuestro encierro, también ha dado cabida a la
soledad, tan temida, necesaria y querida, incluso, por algunos. Esos momentos
en que eres sólo tú y tu esencia pueden
ser una puerta abierta para que dejes de mirar al exterior, lleno de estímulos
y navegues por tu interior. Un ejercicio de autoconocimiento imprescindible
en el desarrollo personal.
Ana Frank aprovechó el micro entorno que le rodeaba
para hacer una revisión de su vida
mostrando una gran capacidad de
introspección, impropia de su edad, dando como resultado una mejora personal,
dejando atrás un yo adulterado por el siempre condicionante mundo exterior.
Así se expresa en los días finales del Diario: “Cuando me pongo a pensar en la
vida que llevaba en 1942, todo me parece tan irreal. Esa vida de gloria la
vivía una Ana Frank muy distinta de la Ana que aquí se ha vuelto tan juiciosa.
Una vida de gloria, eso es lo que era. Un admirador en cada esquina, una
veintena de amigas y conocidas, la favorita de la mayoría de los profesores,
consentida por papá y mamá, muchas golosinas, dinero suficiente… Veo a esa Ana
Frank como a una niña graciosa, divertida, pero superficial, que no tiene nada
que ver conmigo … Ahora examino mi propia vida y me doy cuenta de que al menos
una fase ha concluido irreversiblemente: la edad escolar, tan libre de
preocupaciones y problemas, que nunca volverá. Ya ni siquiera la echo en falta:
la he superado. Ya no puedo hacer solamente tonterías; una pequeña parte en mí siempre
conserva su seriedad”
¿Saldremos los del Covi19 fortalecidos en lo mejor de
nosotros mismos cuando acabe la desescalada?
No fue su transformación de un día para otro. A lo
largo de los dos años de encierro, mantiene una lucha consigo misma para limar
las aristas de su carácter que hacen que choque, con frecuencia, con algunos de
los que la rodean
En el caso de nuestra autora, su introspección se
intensifica sobre todo en torno al tema de la libertad y de la propia personalidad. Pretende ser ella misma y
construir una vida con valores
“Me angustia más de lo que puedo expresar el que
nunca podamos salir fuera, y tengo mucho miedo de que nos descubran y nos
fusilen”
“Yo sé lo
que quiero. Tengo un objetivo, una opinión; tengo una religión y un amor.
Quiero ser yo misma. Con esa me basta y me sobra”
“No quiero haber vivido en vano, como la mayoría de la
gente. Quiero ser útil, llevar alegría a los demás, incluso a los que no
conozco. Quiero seguir viviendo,
incluso después de la muerte”
Lo que sigue es un grito lleno de desesperación por el mundo que ha perdido con el
encierro:
“Tengo la sensación de ser un pájaro enjaulado al
que le han cortado las alas y que, en la más absoluta negrura, choca contra los
barrotes de su estrecha jaula, al querer volar…deambulo por las habitaciones, bajando y subiendo las escaleras... Oigo
una voz dentro de mí que me grita: ¡Sal fuera, al aire, a reír! Ya ni le
contesto; me tumbo en uno de los divanes y duermo para acortar el tiempo, el
silencio, y también el miedo atroz, ya que es imposible matarlos”
Tendemos
a sortear los sentimientos negativos, en situaciones difíciles, pero éstas nos
dan la oportunidad de aprender a
vivirlos. Nuestra joven autora se reconstruye por dentro potenciando su
singularidad y activando sus capacidades
con una mirada esperanzadora.
“Esta crueldad también pasará”.
No pienso en toda la miseria sino en toda la belleza
que aún permanece.
Mientras
puedas mirar al cielo sin temor, sabrás que eres pura por dentro y que, pase lo
que pase, volverás a ser feliz.
Cuando Ana escucha en la
radio que, después de la guerra, recopilarán los diarios decide reescribir el
suyo, con miras a una posible publicación. Su gran sueño: convertirse en una
famosa escritora o periodista.
“Anoche, por Radio Orange, el ministro
Bolkestein dijo que después de la guerra se hará una recopilación de diarios,
cartas relativas a esta guerra. (…) Imagínate lo interesante que sería editar
una novela sobre ”¡la Casa de atrás!”
Diario, - 29 marzo 1944-
El 5 de abril de 1944 se expresa así:
“Debo seguir estudiando
para no ser ignorante, para progresar, para ser periodista, porque eso es lo
que quiero ser. Me consta que sé escribir. Algunos cuentos son buenos; mis
descripciones de la Casa de atrás, humorísticas; muchas partes del diario son
expresivas, pero... aún está por verse si de verdad tengo talento.”
Valora la educación que le han dado sus padres y tiene
muy clara su vocación de escritora:
“No quiero haber vivido para nada, como la
mayoría de las personas. ¡Quiero seguir viviendo, aun después de muerta! Y por
eso le agradezco tanto a Dios que me haya dado desde que nací la oportunidad de
instruirme y de escribir, o sea, de expresar todo lo que llevo dentro de mí.
Cuando escribo se me pasa todo, mis penas desaparecen, mi valentía revive. Pero
entonces surge la gran pregunta: ¿podré escribir algo grande algún día?
¿Llegaré algún día a ser periodista o escritora? ¡Espero que sí, ay, pero tanto
que sí!”… Porque al
escribir puedo plasmarlo todo: mis ideas, mis ideales y mis fantasías”
Es una pena comprobar que el confinamiento de esta
joven, que tantas esperanzas tenia puestas en su futuro, terminara en el
terrible holocausto que nunca tuvo que haber existido
Pero, como predijo, sí ha conseguido seguir viviendo aun después de muerta y vivir
en la memoria colectiva de la Humanidad.
Además del Diario, Ana Frank es autora
también de una colección de relatos
titulada Cuentos del escondite secreto.
Os recomiendo la relectura de su Diario. Hay tragedias
que no hay que olvidar para que nunca se repitan.
ISABEL Gª FERNÁN