LA
PIEDRA DE LA PACIENCIA. Atiq Rahini.
Nacido en Kabul en 1962, y huyendo de la guerra, actualmente reside en Francia. Define así sus creencias religiosas: “Soy budista porque soy consciente de mi debilidad; soy cristiano porque reconozco mi debilidad; soy judío porque me río de mi debilidad; soy musulmán porque condeno mi debilidad, soy ateo si Dios es todopoderoso.”
Según
he podido averiguar, “La piedra de la paciencia” – o sangue sabur como se la
reconoce en el sureste de Europa – es un símbolo que se transforma en
“confesionario” para cualquier persona silenciada, y a la que se le van
“confesando” silencios, pesares,
desdichas, problemas irresolubles…hasta que un día, estalla !!!!!!!!!!!!!!!!
Un
hombre permanece en el suelo sobre un colchón, ausente, inexpresivo, casi
inerte…es un elegido para luchar en “su guerra santa” contra los infieles, o
entre ellos mismos…pero en una riña vulgar entre hombres vulgares le toca una
bala que lo deja en estado vegetativo…la mujer lo cuida sin medios, en una casa
destruida por la guerra, acompañada de su fe, su complejo y estricto ritual, un
“Corán” y una “pluma de pavo” como marca- páginas, y un rosario de cuentas
negras desgranado continuamente…y la presencia, sin visibilidad, de sus dos
hijas…Cómo fondo, la guerra fratricida que destruye las casas y a sus
habitantes, y como “attrezzo”, una ventana y unas cortinas que simulan el vuelo
de unos pájaros entre azul y amarillo…Y la mujer, en su abatida lentitud, comienza
a contarle al hombre vegetativo una historia; su historia, su infancia, su
familia, su padre y su madre, su elección como esposa, la vida en la casa de la
familia del hombre, la suegra, el suegro, la boda, la vida matrimonial, el
deseo insatisfecho, el maltrato, el horror y la soledad de sentirse despreciada
y fracasada…la voz de los niños de la calle, el mulá, el suero, el colirio, el
agua con sal y azúcar, el miedo, la soledad, las oraciones, las cuentas del
rosario negro entre sus dedos y los noventa y nueve nombres de Alá…y las
guerras, y las guerrillas, y más dolor, y la inocencia perdida de un
niño-soldado y tartamudo…y la confesión última…y el despertar de la piedra y su
violenta explosión, y la muerte, y la orfandad, y el silencio…
Ciento
trece páginas que atrapan en la primera frase, en el primer párrafo
descriptivo, como si fuese un paréntesis donde el autor de la “obra teatral”
sitúa la escena. Sí, la novela es un drama…en un escenario del horror y la
miseria…y de la vida que no se detiene…y de la ideologización religiosa, y la
mentira y el engaño…y de la necesidad de gritar para no enloquecer…y el
estallido de “la piedra” que todo lo arrasa y destruye la vida…
La
novela recibió el Premio Goncourt en 2008…La exposición de los hechos, la
verdad contada que pretende llamar nuestra a tención y romper el tabú del
silencio, el mito de la redención cuando el que sufre puede sincerarse a un
confidente inerte, el horror de las luchas ideológico-religiosas…Si. Sin duda
merecen un premio con dimensión universal.
La Literatura
concisa, sin más adornos que los símbolos, las descripciones escuetas, los
intervalos mínimos, el lenguaje sencillo, la precisión de los tiempos, los
espacios, los personajes, la acción…Absorbente. Necesariamente hay que
releerla…Y sin embargo no tengo claro si me ha gustado, ni cuánto…
Escribe
Susana Hernández en “Libros y Literatura” (1 de octubre 2013) que: “No es una
novela para mujeres, ni escrita para mujeres. Es una historia para seres
humanos”…No puedo estar más de acuerdo…y creo que la mayoría de miembros del
grupo así lo expresamos…
PEPA SIRVENT