LOS RESTOS DEL DÍA. Kazuo Ishiguro
La primera sorpresa
que nos brinda esta novela, inglesa por los cuatro costados, es al saber que
está escrita por un japonés, sorpresa que se disipa al conocer que Kazuo
Ishiguro, aunque nipón de nacimiento, recibió, desde niño, una formación
netamente británica.
Stevens, protagonista
y narrador de esta historia y quinta esencia de lo que debe ser un mayordomo
inglés, está a las órdenes de un millonario norteamericano llamado Farraday,
que, en los años cincuenta, compró la mansión Darlington Hall a los herederos
de Lord Darlington, un aristócrata en toda la extensión de la palabra, al que
Stevens había servido muchos años y por el que sentía verdadera veneración al
considerarlo prototipo de persona “realmente distinguida”.
El americano es de
afable trato e incluso se permite gastarle delicadas bromas a su mayordomo ante
las cuales éste no sabe como reaccionar pues, si por un lado no le desagradan,
por otro, lo desconciertan.
La campechanía de Farraday llega al extremo de prestarle su
lujoso automóvil para que, mientras él hace un viaje a su patria, Stevens pueda
conocer las bellezas de su propio país que debido a su permanente enclaustramiento
en la mansión, su patrón asegura que desconoce.

Durante el viaje que
dura varios días, Stevens, siempre obediente, goza del turismo recomendado por
su patrón al tiempo que va recordando los felices tiempos en que servía a Lord
Darlington.
Así, vamos conociendo
la evolución política del Lord que si, en un principio y llevado por su
simpatía al pueblo alemán y sobre todo a su carácter caballeroso, acusaba a los
aliados vencedores de la Gran Guerra –especialmente a Francia– de haber buscado
en Versalles más venganza que justicia, y cómo, con el paso del tiempo, su
postura, debidamente manipulado por el embajador alemán, se irá radicalizando,
hasta el extremo de llegar a simpatizar con el ideario nazi.
Otras veces sus
recuerdos lo llevan por otros derroteros como cuando disponía de una treintena
de sirvientes a su mando y de las tensiones que tan ímprobo trabajo acarreaban,
sobre todo a los momentos de tensión que mantuvo con miss Kenton.
Pero son dos momentos
puntuales los que nos descubren el verdadero témpano que es Stevens:
Uno cuando muere su
padre, también sirviente de la casa, y él no puede acompañarlo en sus últimos
momentos por estar dirigiendo una cena de gran trascendencia para su señor.
El otro, la noche que,
por un lado, el ahijado de Lord Darlington le pide su colaboración para impedir
que éste siga siendo un pelele en manos de los nazis y él se la niega arguyendo
que todo lo que hace su patrón esta bien hecho y, por otro, cuando miss Kenton,
enamorada de él, le comunica que va a dejar el servicio para casarse, con la
más que evidente intención de hacerle reaccionar pidiéndole que no haga tal
cosa.
Muchos más aspectos pueden
comentarse de esta, al menos para mí, magnífica novela, aspectos que, como
siempre y sin lugar a dudas, saldrán a la luz durante nuestro coloquio.
Por último y debido a
que en nuestro club se aprecia tanto la buena literatura como el buen cine, me
permito recomendar la película “Lo que queda del día” basada en esta
novela , dirigida por James Ivordy e interpretada magníficamente por Anthony
Hopkins y Emma Thompson.
JUAN CUERDA
JUAN CUERDA
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