EL OLVIDO QUE SEREMOS
Héctor Abad
Faciolince – Medellín-Colombia 1958
Prácticamente su biografía está narrada en la novela que dedica a restablecer y ensalzar la memoria de su padre, el doctor Héctor Abad Gámez, pasados casi veinte años de su muerte…
Nacido
en Medellín, provincia de Antioquia (Colombia) en 1958, su infancia transcurrió
felizmente protegida por el especial afecto de su padre y la protección de su
madre y sus cinco hermanas. A sí mismo se define como un mal estudiante, pero
es cierto que aunque se inició en varias disciplinas, no terminó ningún ciclo
superior; si bien, toda su vida ha ejercido como periodista y escritor, faceta
que ya le atraía desde la infancia cuando aporreaba la máquina de escribir de
su padre y le mostraba orgulloso una serie de letras inconexas…Ha vivido
grandes temporadas en Europa, principalmente en Italia, y en la actualidad
reside en su país donde trabaja como periodista.
En
2005 se publica “El olvido que seremos”, que muy pronto alcanzó un éxito
inusitado y por la que obtuvo el premio Booket en 2010.
«El
libro es desgarrador pero no truculento, porque está escrito con una prosa que
nunca se excede en la efusión del sentimiento, precisa, clara, inteligente,
culta, que manipula con destreza, sin fallas, el ánimo del lector, ocultándole
ciertos datos, distrayéndolo, a fin de excitar su curiosidad y expectativa,
obligándolo de este modo a participar en la tarea creativa, mano a mano con el
autor.
El
título del libro está tomado del primer verso de un soneto atribuido a Jorge Luis Borges: "Aquí, hoy". El poema,
apócrifo o auténtico de Borges, fue encontrado en el bolsillo de Héctor Abad Gómez, el padre del
autor, el día de su asesinato.” (Mario Vargas Llosa)
“El olvido que seremos” es más que bueno, es un compromiso con la literatura
y con el padre. La memoria es aquí maravillosa, brutal, acogedora y brillante.
Dan ganas de querer abrazar al autor y de aplaudir la figura de su padre. “La
idea más insoportable de mi infancia era imaginar que mi papá se pudiera
morir”. Lo tengo subrayado y releído.” (Màxim Huerta)
“En la casa vivan diez mujeres, un niño y un señor. Las mujeres eran Tatá, que había sido la niñera de mi abuela, tenía casi cien años, y estaba medio sorda y medio ciega; dos muchachas de servicio – Enma y Teresa -; mis cinco hermanas – Mari luz, Clara, Eva, Marta y Sol -; mi mamá y una monja. El niño, yo, amaba al señor, su padre, sobre todas las cosas”
La historia, esta historia,
es una historia real; la historia de un hombre que ama a su padre y al resto de
la familia, y la escribe cuando el dolor de la pérdida ya no es una herida
abierta, con el único fin de que el olvido no caiga sobre ellos; también, para
mostrar a las generaciones sucesivas la desigual batalla en la que casi siempre
salen perdiendo todos los que luchan por la verdad, por la justicia, por el
progreso de los que siempre están en la cola, por la cultura y el bienestar de
los que no tienen acceso a ellos, por poner voz a todos aquellos que nunca
tienen las oportunidades de expresarse…
La historia, minuciosamente
detallada, abarca veintiocho años…cuarenta y dos capítulos y casi trescientas
páginas…difícil, muy difícil de resumir…
Comienza en la infancia de
Héctor hijo, su padre, el protagonista, también se llama Héctor, y es médico,
pero como no le atrae la acción directa de tratar con el enfermo, ejerce como
profesor en la Universidad de Medellín…porque lo que de verdad desea es hacer
que sus alumnos y la sociedad, las autoridades, comprendan la importancia de la
salud pública…
En la primera parte de la
narración, el autor nos descubre la vida en el hogar, la relación entre los
padres, con sus diferencias y contrapesos; la educación en general y la suya en
particular; el origen de su familia y las estrechas relaciones entre sus
miembros; la vida social del país, sus rituales ideológicos y religiosos…pero
es la forma de narrarlo lo que interesa al lector, a través de pequeñas
anécdotas que atrapan por su simplicidad y por su trascendencia. Una vida casi
perfecta…
“Y después de ese
paréntesis de felicidad casi perfecta, se acordó de nuestra familia, y ese Dios
furibundo en el que creían mis ancestros descargó el rayo de su ira sobre
nosotros que, tal vez sin darnos cuenta, éramos una familia feliz, e incluso
muy feliz” (Cap. 26 – Pag. 145)
Primero
fue la enfermedad y después la muerte de Marta un día radiante de sol de un mes
de diciembre…
”El presente y el pasado de mi familia se
partieron ahí, con la devastadora muerte de Marta, y el futuro ya no volvería a
ser el mismo para ninguno de nosotros” (Cap.30 – Pag. 178)
“Quince años más tarde, en la misma iglesia de Santa
Teresita, nos tocó asistir a otro entierro tumultuoso. Era el 26 de agosto de
1986, y la tarde anterior habían matado a mi papá” (Cap. 31 – Pag. 175)
Ya somos el olvido que seremos.
El polvo elemental que nos
ignora
y que fue el rojo Adán, y que
es ahora
todos los hombres, y que nos
vemos.
Ya somos en la tumba las dos fechas
del principio y el término. La
caja,
la oscura corrupción y la
mortaja,
los triunfos de la muerte y los
endechos.
No soy el insensato que se aferra
al mágico sonido de su nombre.
Pienso con esperanza en aquel
hombre
que no sabrá que fui sobre la tierra.
Bajo el indiferente azul del
cielo
esta meditación es un consuelo.
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