2024, UN AÑO QUE SE ACABA…
Tras el cristal de la ventana desde la que
tantas veces y tantos días
vivo mocionada las horas del atardece r,
hoy puedo contemplar
cómo
se van oscureciendo los rosas fríos de las nubes,
escribiendo en un cielo violáceo
las últimas palabras del día,
cómo
los últimos rayos del sol se reflejan en múltiples espejos
transformando los ocres de los
muros en deslumbrantes destellos dorados,
cómo
bandadas de minúsculos pajarillos
vuelan en formaciones perfectas oscureciendo
el cielo en busca de su nido.
Es
otoño.Es
diciembre.
Es
un año que se acaba.
Sólo
a un paso, al bajar a la calle, se siente el ruido.
Y
son incontables los puntos de luz de variados colores
que extienden un manto de
brillantes destellos y ocultan la negrura de la noche.
Y hay un incesante trasiego humano donde se
mezclan
un universo de voces confusas con
músicas de ayer y de hoy.
Sólo
a un paso. Al bajar a la calle.
Un
año que se acaba.
Regreso
a mi silencio.
Un
silencio que duele y llora sin lágrimas,
por tantos que han visto sus
vidas arrasadas,
por tantos que lloran a los
que desaparecieron,
por tantos que tuvieron que
alejarse de su tierra invadida,
por tantos que no pudieron llegar
al final de un viaje inseguro,
por tantos niños y mujeres
víctimas de abusos y violencia.
Y
te busco a ti, amigo.
Y
comparto contigo mi dolor y la alegría de encontrarnos.
Regreso
a mi silencio.
Y
contemplo a través del cristal la belleza de un día que se acaba.
Y
siento el calor de todo lo que conforma mi vida.
Y
escucho – sin palabras - la voz de los que amo.
Y
busco - en el recuerdo – la sonrisa la alegría de mis nietas.
Y
me siento agradecida.
Y sueño con un año nuevo. Y renace una esperanza.
Albacete, diciembre 2024 Pepa Sirvent