jueves, 21 de mayo de 2020


DIARIO DE LA PESTE. Daniel Defoe.

Todos conocemos a Daniel Defoe como autor de Robinson Crusoe pero creo que, no tantos, como autor de su obra de madurez: EL DIARIO DE LA PESTE,  escrita en 1722.

Es un libro, no al uso, está a caballo entre el periodismo de investigación y la novela histórica. Efectivamente, Defoe es un adelantado a su tiempo en ambas formas de escritura. Al comenzar su lectura, crees que tienes ante ti un reportaje periodístico de la peste Bubónica que asoló Londres en 1665.

Como fuente principal utilizó los diarios de un tío suyo, que estuvo presente  en el Londres de la epidemia. También recopiló información variada de diversa procedencia como tratados de divulgación médica sobre la peste. A todo este material le da una forma narrativa que está entre lo novelesco y lo periodístico. Hay críticos que consideran El Diario de la peste como la primera  novela histórica por cuanto narra hechos ocurridos más de cincuenta años atrás.

La obra se presenta como una especie de guía pormenorizada de cómo se desarrolla la plaga en Londres y cómo se comporta la población cuando se han disparado las alarmas. Es como un espejo, 350 años después, de los hechos relatados.

Me llama poderosamente la atención el paralelismo que se puede establecer entre esa epidemia y la que estamos padeciendo en el 2020.Bastaría considerar las diferencias de la evolución de la Humanidad  en aspectos económicos, industriales, tecnológicos, desde aquel 1665 hasta hoy, para constatar que el ser humano y sus sociedades reaccionan de forma similar en situaciones de gran tragedia, como lo es una pandemia.

Se dieron instrucciones sobre:

*Intento de huida de las ciudades contaminadas: “La ciudad se quedó casi despoblada…Mientras los ricos se embarcaban en navíos, la clase pobre se refugiaba en embarcaciones pequeñas…fue mal negocio el ir de acá para allá porque la infección azotó e hizo terribles estragos. La miseria era deplorable en los barrios marineros y digna de la mayor conmiseración.”

* Aislamiento de enfermos: Los jueces cerraron muchas casas de infectados poniendo estricta vigilancia; así se consiguió amainar la peste. Disminuía más en los barrios en que se había actuado precozmente.

*Confinamiento. ”La gente andaba de un sitio a otro y eso transportaba  en la ropa la peste… así, pues, se cerraron las tiendas, las casas de juego, las tabernas, el teatro, las salas de baile y de música… Londres se había convertido en el sitio más terrible del mundo”

*La prohibición de traslados fuera de la casa contaminada:”La tristeza y el horror se instalaron en las mentes de la gente común. Ante sus ojos, solo la muerte… Cada habitante cuidaba de él y de su familia como en situación de sumo peligro… Londres entero lloraba”

*Entierros, sin acompañamiento. ”Muchos se fueron de este mundo sin que nadie lo supiera y sin que los registros  de mortalidad los tomaran en cuenta…No era posible creer en las cifras porque la situación no era la indicada para llevar un registro estricto”

*Limpieza de las calles y recogida de basuras.

Se nombraron funcionarios para ayudar a controlar la enfermedad:

 Inspectores, guardianes, investigadores sobre las muertes, cirujanos que hacían informes sobre la enfermedad. Enfermeras a las que se imponía, luego, la cuarentena de 28 días.

La medicina.

 “El Lor Mayor designó medios para aliviar a los enfermos pobres. Ordenó al colegio de médicos la publicación de instrucciones acerca de remedios baratos, así no se amontonarían ante los dispensarios”

Heroicidad de los médicos: “La crudeza de la enfermedad, cuando llegaba a lo más alto, era devastadora…Desafió a la medicina, hasta los médicos fueron atrapados por ella, con sus protectores sobre la boca, y caían muertos por cuidar a los demás, destruidos por el enemigo contra el que luchaban en otros cuerpos. Tal fue el caso de algunos eminentes…Aventuraron sus vidas tanto como para perderlas. Se esforzaron en hacer el bien y salvar la vida de los otros”

El relato es minucioso, lleno de viveza, casi hiperrealista. Parece vivido en primera persona cuando obviamente no lo es. Defoe tenía cuatro años cuando ocurrió la pandemia. Es, por tanto, una recreación, una novela de no ficción. Mezcla anécdotas, presuntos testimonios y pequeñas historias que se van concatenando.

Son curiosas las tablas que inserta de los muertos de cada parroquia.

El autor te introduce en una montaña rusa de emociones. Es una indagación sobre la psicología colectiva. Se plasman gestos de solidaridad, abnegación, sacrificio y también aparece el egoísmo y la cobardía. Pone, ante el lector el miedo y hasta  el terror, de los habitantes de la ciudad cuyo instinto de supervivencia llevó, a algunos, a mostrar sus mayores vilezas.

Anota el autor, la causa, para él, de que la pandemia se extendiera tan rápidamente” A menudo he pensado de qué modo, en los comienzos del azote, todo el mundo se hallaba desprevenido y cómo el desorden que siguió y que habría de cobrarse tantas víctimas provino, en parte, del hecho de no haber tomado a tiempo las medidas necesarias, tanto en el caso de la administración pública como en el de los particulares” y añade :”Espero que esto sirva de experiencia a las nuevas generaciones”

Cuando la malignidad de la epidemia se fue debilitando y las victimas mortales decrecieron, “El pueblo corría hacia el peligro, abandonando precauciones y cuidados, confiados en que la enfermedad no los alcanzaría…se abrieron las tienda, la gente iba y venía por las calles”

Pero se constató que la infección se conservó en seres aparentemente sanos y que la transmitían a otros con los que se habían relacionado, sin que unos ni otros lo advirtieran. Esto asustó mucho a la población e hizo que se tomaran medidas que sirvieran de protección.

“La peste azotó a los pobres de manera terriblemente violenta y esto sumado a la miseria de su situación fue la razón por la que murieron en masa

La caridad se puso de manifiesto en la sociedad londinense: “Grandes cantidades de dinero recibieron las autoridades para la asistencia y el alivio de los enfermos pobres…Un elevado número de particulares distribuyeron dinero, día a día, para socorrer a los infelices…Piadosas damas  distribuyeron limosnas y visitaban familias enfermas afectadas”

Es muy impresionante la descripción que hace el autor de como muchas personas, ante el horror vivido, quedaron psicológicamente destruidas: “familiares de los muertos llegaron a perder la cabeza…Después vino la época de la estupidez y el aturdimiento sin saber qué hacer.

Un cuadro, casi insoportable de leer, es la relación angustiosa de madres e hijos en condiciones tan penosas y miserables.

“Cuando se advirtió el fin de la pandemia una sonrisa de júbilo reinaba en el rostro de cada cual. Tal fue la dicha del pueblo que la vida parecía salir de la tumba”

Leyendo esta obra, no puedo menos de tener presente una frase que oigo con frecuencia en mi entorno: “Cuando esto pase ya no va a ser nada igual” dándole un sentido positivo a nuestros  posicionamientos ante el mundo material, la naturaleza, relaciones, actitudes…

Así pensaba Defoe, a este propósito, en la situación de aquella epidemia creyendo que ”La visión de la muerte próxima o de un mal que lleva en si la amenaza de la muerte, libraría a nuestro humor de los malos gérmenes, borraría las animosidades que existen entre nosotros y nos llevaría a ver las cosas con otros ojos… pero cuando el terror de la epidemia  disminuyó, las cosas volvieron a su curso ordinario, tan poco deseable…Cuando la enfermedad pasó, también disminuyó el espíritu de caridad y las cosas retornaron a su antiguo cauce”

Así termina Daniel Defoe esta obra:

“Una terrible peste hubo en Londres
 En el año sesenta y cinco
Que arrasó con cien mil almas
¡ Y sin embargo estoy vivo!

Me ha gustado encontrarme con esta obra, justo en este momento.

ISABEL Gª FERNÁN

1 comentario:

JUAN CUERDA dijo...

Impactante, Isabel, tu resumen de la novela de Daniel Defoe que
demuestra que si bien la humanidad, en cuanto a ciencia y tecnología ha
avanzado a la velocidad de un Fórmula I, en lo referente a civilización
y modos de conducta lo ha hecho a paso de tortuga.

Felicito, también a Pepa, Lourdes y Manolo por sus aportaciones y
reflexiones sobre esta maldita epidemia.

Juan.