Muere por coronavirus Luis Sepúlveda
También
el coronavirus nos ha arrebatado al escritor Luis Sepúlveda .Manifestó los
primeros síntomas del COVID 19 en un festival literario que lo llevó a Oporto
entre el 18 y el 23 de febrero. De regreso a Gijón, la ciudad que eligió para
vivir en 1997 y en el que fundó su salón literario, Sepúlveda fue el primer
enfermo en ingresar en un hospital de Asturias por el virus. Murió el pasado mes a los 71 años, después de
luchar duramente contra la enfermedad.
Había
nacido en Chile, en 1949. Tuvo una vida agitada y aventurera. Pasó por la
clandestinidad cuando el golpe de Augusto Pinochet y fue apresado y sentenciado
a cadena perpetua. La presión de las ONGs europeas le valieron un indulto que
habría de llevarlo a Suecia. Sepúlveda se rebeló también contra ese destino y
pasó los siguientes años por América Latina participando en causas que le
parecían justas. En los años 80 se estableció en Alemania y aunque ya había empezado
a escribir mucho antes fue en esa etapa, instalado en Hamburgo, cuando se
consolidó su carrera como escritor y también como activista de la
causa medioambiental y se dedicó al activismo
medioambiental.

Pero Luis Sepúlveda viene unido a “Un viejo que leía novelas de amor” (1993),
una obra que leímos en el club y que tan feliz ha hecho a muchos. Y es que el
autor “Tenía algo de Antonio José Bolívar
Proaño, el hombre que tras la muerte de su esposa, Dolores Encarnación del
Santísimo Sacramento Estupiñán Otavalo,
se fue selva adentro, al país de los shuar, los indios a los que algunos llaman
jíbaros que "cazaban dantas, guatusas, capibaras, saínos, monos,
aves y reptiles". Con ellos "aprendió a valerse de la
cerbatana, silenciosa y efectiva en la caza, y de la lanza frente a los veloces
peces".
Descubre que sabe
leer, y gracias a un clérigo estas ansias por la lectura le aumentan. Con los
libros quiere vencer la soledad y la vejez. Allí, con la ayuda de la maestra,
descubre los distintos géneros. Ella
lo acoge en la escuela a cambio de que
se ocupe de las tareas domésticas y la confección de un herbolario. El viejo se
emociona al ver la Biblioteca y comienza su investigación. Pronto descarta la
Geometría por incomprensible, los principios resultaban galimatías
indescifrables. Los textos de Historia le parecen una gran mentira. Los de amor
lacrimógeno, Eduardo D’Amicis y Corazón, le resultaron inverosímiles porque
tanto sufrimiento es imposible. Así llega hasta El rosario de Florece Barclay, donde
encuentra la mezcla perfecta de dolor y dicha. Queda fascinado. Ayudado por su
lupa recién comprada se sumerge en los libros. La maestra le permite llevarse
el libro. La lectura, a partir de entonces, le sirve como terapia contra la
soledad, “dejando los pozos de la memoria
abiertos para llenarlos con las dichas y las tormentas de amores más
prolongados en el tiempo.”.
“Leía lentamente, juntando las sílabas, murmurándolas a media
voz como si las paladeara, y al tener dominada la palabra entera la repetía de
un viaje. Luego hacía lo mismo con la frase completa, y de esa manera se
apropiaba de los sentimientos e ideas plasmados en las páginas. Cuando un
pasaje le agradaba especialmente lo repetía muchas veces, todas las que
estimara necesarias para descubrir cuán hermoso podía ser también el lenguaje
humano”
En el fondo, Luis Sepúlveda se consideraba también un
mapache, que significa Gente de la Tierra.
Era un amante de la Naturaleza y lo muestra en todos sus escritos. Recuerdo muy bien
haber trabajado con mis alumnos “Historia de una gaviota y del gato que le
enseño a volar”, un título clásico en el currículo escolar de las
últimas décadas. Lo escribió porque había prometido a sus hijos una historia
sobre lo mal que gestionamos los humanos nuestro entorno, lesionando la
naturaleza y lesionándonos a nosotros mismos. No solo es un libro para niños,
también a los adultos puede estimular la imaginación y el ingenio a la vez que
aprendemos a conocer mejor el mundo y, por lo tanto, a amarlo y cuidarlo con más
inteligencia.
Y es que la naturaleza
siempre ha tenido un lugar fundamental en su obra, con trabajos
como, además de los mencionados, 'Patagonia
Express', 'Desencuentros', 'Diario de un killer sentimental' o 'Historia de un
perro llamado Leal'.
El autor -según sus biógrafos- siempre sonreía y nunca paraba de hablar. Las sobremesas con
él – comentan-se alargaban porque enlazaba unas historias con otras de tal modo
que, incluso comensales de mesas cercanas y camareros, se sentían atraídos por
su gracia
El mundo de la cultura y
la política de Chile ha llorado la muerte del escritor. "La vida de Luis Sepúlveda se apagó a causa
del Covid-19 y su partida nos deja en silencio, tratando de asimilar la
magnitud de esta pandemia y la enorme pérdida para las letras en Chile e
Iberoamérica", dijo en Twitter la ministra
chilena de las Culturas, Consuelo Valdés. Describió al autor como
"novelista de obras sensibles, humanas y mágicas" y "creador de
escenas de la naturaleza y personajes entrañables, como el gato Zorbas y la
gaviota a la que le enseñó a volar".
Seguro que en tu cielo
particular sigues sonriendo y enlazando historias aunque esas no las vayamos a
disfrutar nosotros. Puede que, en tu camino, te hayas encontrado con
AFORTUNADA, tu gaviota que seguirá volando solitaria cada vez más alto y también
veras a ZORBAS con las lágrimas que
empañarán sus ojos amarillos de gato
grande, negro y gordo.
ISABEL
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