miércoles, 6 de mayo de 2020



Muere por coronavirus Luis Sepúlveda


También el coronavirus nos ha arrebatado al escritor Luis Sepúlveda .Manifestó los primeros síntomas del COVID 19 en un festival literario que lo llevó a Oporto entre el 18 y el 23 de febrero. De regreso a Gijón, la ciudad que eligió para vivir en 1997 y en el que fundó su salón literario, Sepúlveda fue el primer enfermo en ingresar en un hospital de Asturias por el virus. Murió el pasado mes a los 71 años, después de luchar duramente contra la enfermedad.

Había nacido en Chile, en 1949. Tuvo una vida agitada y aventurera. Pasó por la clandestinidad cuando el golpe de Augusto Pinochet y fue apresado y sentenciado a cadena perpetua. La presión de las ONGs europeas le valieron un indulto que habría de llevarlo a Suecia. Sepúlveda se rebeló también contra ese destino y pasó los siguientes años por América Latina participando en causas que le parecían justas. En los años 80 se estableció en Alemania y aunque ya había empezado a escribir mucho antes fue en esa etapa, instalado en Hamburgo, cuando se consolidó su carrera como escritor y también como  activista de la causa medioambiental y se dedicó al activismo medioambiental.

“La literatura fue una nueva reinvención para Sepúlveda, una nueva vida a la que llegó con un equipaje, en el fondo muy clásico: literatura de aventuras de siempre, un poco de romanticismo político, buena mano para la crónica...” Después de Un viejo que leía novelas de amor, llegaron libros de investigación como Mundo del fin del mundo, un par de novelas negras por las que revoloteaba el espíritu del torero Juan Belmonte, Nombre de torero y El fin de la historia, libros de viajes, de relatos, guiones de cine...”

Pero Luis Sepúlveda viene unido a “Un viejo que leía novelas de amor” (1993), una obra que leímos en el club y que tan feliz ha hecho a muchos. Y es que el autor “Tenía algo de Antonio José Bolívar Proaño, el hombre que tras la muerte de su esposa, Dolores Encarnación del Santísimo Sacramento Estupiñán  Otavalo, se fue selva adentro, al país de los shuar, los indios a los que algunos llaman jíbaros que "cazaban dantas, guatusas, capibaras, saínos, monos, aves y reptiles". Con ellos "aprendió a valerse de la cerbatana, silenciosa y efectiva en la caza, y de la lanza frente a los veloces peces".

Descubre que sabe leer, y gracias a un clérigo estas ansias por la lectura le aumentan. Con los libros quiere vencer la soledad y la vejez. Allí, con la ayuda de la maestra, descubre los distintos géneros. Ella  lo acoge en la escuela a cambio de que se ocupe de las tareas domésticas y la confección de un herbolario. El viejo se emociona al ver la Biblioteca y comienza su investigación. Pronto descarta la Geometría por incomprensible, los principios resultaban galimatías indescifrables. Los textos de Historia le parecen una gran mentira. Los de amor lacrimógeno, Eduardo D’Amicis y Corazón, le resultaron inverosímiles porque tanto sufrimiento es imposible. Así llega hasta El rosario de Florece Barclay, donde encuentra la mezcla perfecta de dolor y dicha. Queda fascinado. Ayudado por su lupa recién comprada se sumerge en los libros. La maestra le permite llevarse el libro. La lectura, a partir de entonces, le sirve como terapia contra la soledad, “dejando los pozos de la memoria abiertos para llenarlos con las dichas y las tormentas de amores más prolongados en el tiempo.”.

“Leía lentamente, juntando las sílabas, murmurándolas a media voz como si las paladeara, y al tener dominada la palabra entera la repetía de un viaje. Luego hacía lo mismo con la frase completa, y de esa manera se apropiaba de los sentimientos e ideas plasmados en las páginas. Cuando un pasaje le agradaba especialmente lo repetía muchas veces, todas las que estimara necesarias para descubrir cuán hermoso podía ser también el lenguaje humano”
En el fondo, Luis Sepúlveda se consideraba también un mapache, que significa Gente de la Tierra. Era un amante de la Naturaleza y lo muestra en todos sus escritos. Recuerdo  muy bien  haber trabajado con mis alumnos “Historia de una gaviota y del gato que le enseño a volar”, un título clásico en el currículo escolar de las últimas décadas. Lo escribió porque había prometido a sus hijos una historia sobre lo mal que gestionamos los humanos nuestro entorno, lesionando la naturaleza y lesionándonos a nosotros mismos. No solo es un libro para niños, también a los adultos puede estimular la imaginación y el ingenio a la vez que aprendemos a conocer mejor el mundo y, por lo tanto, a amarlo y cuidarlo con más inteligencia.

Y es que la naturaleza siempre ha tenido un lugar fundamental  en su obra, con trabajos como, además de los mencionados, 'Patagonia Express', 'Desencuentros', 'Diario de un killer sentimental' o 'Historia de un perro llamado Leal'.

El autor -según sus biógrafos-  siempre sonreía y nunca paraba de hablar. Las sobremesas con él – comentan-se alargaban porque enlazaba unas historias con otras de tal modo que, incluso comensales de mesas cercanas y camareros, se sentían atraídos por su gracia

El mundo de la cultura y la política de Chile ha llorado la muerte del escritor. "La vida de Luis Sepúlveda se apagó a causa del Covid-19 y su partida nos deja en silencio, tratando de asimilar la magnitud de esta pandemia y la enorme pérdida para las letras en Chile e Iberoamérica", dijo en Twitter la ministra chilena de las Culturas, Consuelo Valdés. Describió al autor como "novelista de obras sensibles, humanas y mágicas" y "creador de escenas de la naturaleza y personajes entrañables, como el gato Zorbas y la gaviota a la que le enseñó a volar".

Seguro que en tu cielo particular sigues sonriendo y enlazando historias aunque esas no las vayamos a disfrutar nosotros. Puede que, en tu camino, te hayas encontrado con AFORTUNADA, tu gaviota que seguirá volando solitaria cada vez más alto y también veras a ZORBAS  con las lágrimas que empañarán sus ojos  amarillos de gato grande, negro y gordo.

ISABEL

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