EL ARTE DE LA RESURRECCION (2010)
HERNAN RIVERA LETELIER (1950)
BIOGRAFIA
El escritor chileno Hernán Rivera Letelier, nació en Talca, de la comarca de Antofagasta, en el norte de Chile, en las inmediaciones de la pampa y del desierto de Atacama (“el más cabrón de los desiertos”, según el propio autor). Nació en 1950. Su padre era minero en una salitrera de Algorta, en pleno desierto de Atacama.
Cuando tenía once años, su
familia se trasladó a Antofagasta, en donde murió la madre, pocos meses
después, a consecuencia de una picadura de araña. Su padre volvió a la
salitrera, sus hermanos fueron a casa de unos parientes de su madre, y él
permaneció en la ciudad hasta los 18 años, dedicado a vender periódicos y
libros a domicilio, con lo que gana lo justo para comer y para ir al cine los
miércoles (día especial, con una entrada podía ver tres películas varias veces,
desde la una de la tarde a la una de la madrugada). Según el autor, el cine fue
el primer elemento motivador para que pensara en dedicarse a escribir.
Con 18 años empezó a trabajar
en las salitreras del desierto, y en ese escenario, situó la acción de varios
de sus libros. De joven, era el único minero que utilizaba la biblioteca de su
pueblo. De hecho, empezó a escribir cuando tenía 21 años. “De hambre”, ha dicho
él, en numerosas ocasiones Con esa edad salió del desierto por vez primera, y
realizó un viaje por los países sudamericanos próximos a Chile. A partir de
entonces, decidió dedicarse a escribir. Comenta, como en una ocasión, tendido
en una playa, y con las tripas vacías, escuchó en una radio robada por un amigo,
que se convocaba un concurso de poesía, premiado con una cena para dos personas
en un hotel de lujo. Le bajaron las musas de golpe, y escribió un poema de amor
de cuatro páginas, con el que ganó el certamen. Posteriormente, Rivera Letelier
ganaría en dos ocasiones (1994 y 1996) el Premio del Consejo Nacional del
Libro, por sus novelas LA REINA ISABEL CANTABA RANCHERAS, e HIMNO DEL ANGEL
PARADO EN UNA PATA, y el premio Alfaguara de Novela, en 2010 por EL ARTE DE LA
RESURRECCION, además de ser nombrado en 2001 Caballero de la Orden de las Artes
y las Letras, por el Ministerio de Cultura de Francia.
Poeta, cuentista y
sobre todo novelista, Letelier es,
actualmente, uno de los escritores de mayor éxito de su país. Sus novelas
tratan siempre sobre la vida dura, laboriosa y solitaria de las personas que
trabajaban en las oficinas salitreras, en el primer cuarto del siglo pasado, en
viviendas sin agua potable y suelos de tierra, sin descanso dominical, sin
asistencia médica y con un duro trato por parte de los guardas de seguridad
armados. También retrata a las prostitutas de los burdeles, a las que coloca
como heroínas en sus libros. “Son mujeres que amo –dice – porque si ser
prostituta ya es fuerte, serlo en el desierto raya en lo heroico”!.
Sus héroes son siempre
personas de pobre pasar, con mucha adicción al alcohol, el juego y la jarana.
Los “pampinos” son hombres aguantadores y sufridos – nos dice - , de riñones
poderosos y corazón como una casa de grande, que merecen disfrutar de esos
momentos de placer que les provoca la ebriedad. El alcohol y la colonia inglesa
(cuando no hay alcohol), les ayuda a soportar el tedio y la soledad de estos
parajes infernales, y a hacer más llevadera la explotación sin misericordia a
que eran sometidos por la rapiña insaciable de sus patrones extranjeros. Son
seres condenados a la pobreza, a lo largo de toda su vida.
Como escritor y como persona
permanece fiel a sus raíces humildes. Letelier es de una sinceridad enorme. No
oculta sus inicios, y no cree ser un escritor. Sencillo, afable y locuaz,
utiliza continuamente términos y expresiones populares, muy comunes en la época
que retrata en sus libros, pero que en la actualidad, igual que la explotación
de las minas de salitre, ya no existen. Dice el autor que tanto la vida en las
oficinas salitreras como el lenguaje de esa época forman parte de la historia de Chile, y se perderían en el
olvido si no se cuidan. Su conversación y sus diálogos son diáfanos y coloquiales,
propios de alguien que ha tenido muchas experiencias en la vida, y que todo lo
ha conseguido a base de esfuerzo y sacrificio. Nada le ha sido regalado, y
aunque no cree en los milagros, si cree que su éxito literario y económico ha
sido un milagro. Letelier es agnóstico. Al respecto dice: “Tuve una infancia
muy religiosa. Mis padres eran evangélicos, y pasaban tiempo en la iglesia,
leyendo, rezando y cantando. Llegó un momento en que dejé de creer en todo
eso”. Y bromea, refiriéndose a lo de su éxito milagroso: “Yo no creo en Dios,
pero creo que Dios si cree en mi”. Políticamente, se considera próximo al
Partido Liberal, centrista, y más alejado del resto de partidos, Conservador,
Nacionalista y Radical.
Está casado con María Soledad
Pérez, y tienen cinco hijos. Se conocieron cuando él trabajaba en la mina de
cobre de Mantos Blancos, y se casaron cuando él tenía 24 años y ella 17. Desde
1994, cuando ganó el primer premio de novela, se considera el hombre más feliz
del mundo. “La vida me dio una vuelta de carnero. Hago lo que me gusta, pero no
he cambiado ni de amigos ni de mi forma de vivir, y me siento más seguro de mí
mismo, sabiendo que a mis hijos no les faltará el pan, el día de mañana.
Como escritor sueña con llegar
a tener un estilo literario propio. Le gustaría tener alguna cualidad de cada
uno de los cuatro escritores que más admira: lo mágico de Rulfo; lo maravilloso
de García Márquez; lo lúdico de Cortázar y lo inteligente de Borges. “El
pampino, no quiere nada más”.
EL ARTE DE LA
RESURRECCION.
La novela de Rivera Letelier resultó ganadora del Premio Alfaguara de Novela en 2010, dotado de 175.000 dólares, en el que participaron más de 500 aspirantes. El jurado, presidido por el novelista Manuel Vicent, valoró “el aliento y la fuerza narrativa que contiene la novela, así como la creación de una geografía personal a través del humor, el surrealismo y la tragedia”.
La novela está ambientada en
el desierto de Atacama, en el norte de Chile ( Letelier es casi el único
escritor chileno que sitúa la acción de sus novelas en el norte del país ), y
narra las andanzas de “EL CRISTO DE ELQUI” ( un iluminado y visionario, de los
que a veces aparecen, en lugares de miseria y tiempos de crisis, para anunciar
a las gentes del lugar la cercanía del Fin del Mundo y la necesidad de estar
preparados para ello ), a lo largo de más de veinte años, en las primeras
décadas del siglo XX. El tiempo real de la novela ( poco más del mes de
Diciembre de 1942 ), es el que transcurre entre la resurrección burlesca del
borracho Lázaro, y la búsqueda, encuentro, convivencia y separación entre
Domingo Zárate Vega ( Cristo de Elqui ) y la prostituta Magdalena Mercado. Por
su parte, el tiempo del narrador se amplía desde 1897 (año del nacimiento del
Cristo de Elqui) hasta más allá de 1962, año en el que se pierden sus andanzas
en la Tierra, tras abandonar sus predicas cuando sus seguidores comienzan a
preferir otros personajes como Carlitos Chaplin ó Cantinflas.
Los dos personajes
principales, el Cristo y la prostituta, son grotescos y entrañables. Domingo
Zárate Vega nace en la provincia de Coquimbo, en el seno de una familia
camesina, humilde, analfabeta y muy católica. Desde pequeño vestía ropa de
niña, porque su madre deseaba que hubiera nacido así. De pequeño ya destacaba
por ser callado, pensativo y tranquilo como un santo de yeso.. A los cinco
años, la comadrona del pueblo ( que además curaba el mal de ojo), predijo que
el niño sería “un salvador”. Con diez años daba pequeños sermones a sus amigos,
veía en las nubes figuras de animales apocalípticos, y, con toda inocencia,
contó haber visto los cielos abiertos y a Dios Padre dentro . También, una
noche de luna llena logró ver la figura del Hijo, dentro de ella… A los 15 años
abandona la casa familiar para ir a trabajar a las minas del desierto, en donde
conocería la maldición bíblica de “ganar el pan con el sudor de la frente”.. De
allí pasó voluntario al Ejército para cumplir el Servicio Militar Obligatorio. Allí
aprendió a leer, a escribir y a firmar con los dos apellidos… A ls 29 años,
recibió noticias de la muerte de su madre, y regresó a su ueblo. Fueron los
días más tristes de su vida… Intentó quitarse la vida con matarratas, y, al no
conseguirlo (debido a la intervención divina ), decidió repartir todos sus
bienes entre los más necesitados, y marchó a peregrinar a un lugar apartado del
Valle de Elqui… Allí permaneció durante cuatro años, dedicado a leer e
interpretar la Biblia, orar, purificar el espíritu por el ayuno y el contacto
con la naturaleza, asi como fortalecer el cuerpo, pues había escuchado decir a
un devoto, que “ el cuerpo humano, tratándolo bien, puede llegar a durar toda
la vida”.
En 1931, con 33 años,
pobremente vestido, calzado y peinado, comienza su vida pública. A partir de
ese momento, no se cansa de repetir a la multitud: “El final de los tiempos
está a las puertas”…”Arrepentíos, ahora que estáis a tiempo”…”Cuidar la salud
del cuerpo con prácticas naturales ( levantarse antes de la salida del sol, uso
de plantas medicinales y curativas, desayuno liviano, rechazar el uso de
sombreros y calcetines, siesta de 15 minutos y una copita de vino al dia)…
Cuando alguien le preguntaba quien era él, respondía siempre : “Soy el que soy.
Un Cristo pobre, y sin un cobre. Un Cristo perdonador, paciente y bueno. Un
Cristo chileno”…Durante 22 años de su vida curó a multitud de enfermos de
diversas dolencias, aplicando variadas técnicas y múltiples remedios caseros a
base de yerbas medicinales, sin distingo de credo, religión ó clase
social, y sin pedir, nunca, nada a cambio.
El Cristo de Elqui no era
consciente de la enorme emoción que provocaba en el ánimo de la multitud de
seguidores que lo veneraban, al ver en él la capacidad bendita de hacer
milagros, adivinar el futuro, hablar con Dios y con la Virgen, además de
entender el lenguaje de las bestias y conocer el secreto mágico de las yerbas
para curar cualquier tipo de enfermedad. A lo único que se negaba era a prestar
asistencia a un muerto. Revivir a un muerte era un arte mayor. Cuando era
requerido para ello, siempre respondía : “LO SIENTO MUCHO, HERMANO, PERO EL
ARTE EXCELSO DE LA RESURRECCION ES EXCLUSIVO DEL DIVINO MAESTRO”. A lo largo de
su vida de apostolado, a la única que logró resucitar fue a SINFOROSA, la
gallina de Magalena, que cada día ponía un huevo con dos yemas, y que había
sido atropellada por el camión de Manuel.
El Cristo de Elqui era poco
seguidor del mandato eclesiástico de mantener el celibato, pero era entusiasta
del mandato bíblico: “Id, y multiplicaos sobre la faz de la tierra”, por lo que
trataba de no defraudar nunca a ninguna mujer, que lo hubiera mirado con ojos pecadores...
Creyente firme de que la abstinencia sexual era una aberración ( y tal vez la
más grave de todas ), él no la practicaba nunca, excepto en Semana Santa. De
ahí, su búsqueda incesante de una discípula, ó apóstola, que además de
acompañarlo en su Vía Crucis, además de su observancia de la fe cristiana,
fornicara de corazón y sin remilgos.
Ahora, mediados del mes de
Diciembre de 1942, a bordo del llamado Tren de los Pobres ( porque solo lleva
asientos de tercera clase ), se dirige el Cristo de Elqui hacia la oficina de
Providencia, en busca de Magalena, a quien tratará de convencer para unirse a
él, como discípula. Como el recorrido es largo, aprovecha el viaje para
impartir a los compañeros de viaje, prédicas y sermones, cargados ( como él
dice ) de axiomas, máximas y pensamientos en bien de la Humanidad. Gentes que
viajan a su lado, le preguntan cómo era que iba en busca una prostituta, habiendo tantas mujeres viudas
y solteras, que se sentirían felices y por Dios, que aceptarían abandonarlo todo y
seguirlo en su labor evangelizadora. El Cristo les contestaba: “Esas mujeres
buscan siempre casarse y crear un hogar, con brasero, hijos y mascota. Además,
a un Cristo casado no le creería nadie, y su esposa menos que nadie. En esto de
predicar, no basta con ser creyente, también hay que ser creíble”.
El Cristo de Elqui tuvo una
entrada triunfal en la salitrera de Providencia, conocida como La Piojo. Era la
más pobre y menoscabada de todas las que había conocido en sus años de
evangelización, y sus gentes los más sacrificados, solo comparables al pueblo
judío, vagando por el desierto durante cuarenta años, en busca de la Tierra
Prometida… Los obreros llevaban semanas de huelga, en demanda de mejoras
económicas, laborales y sanitarias. El Cristo se solidarizó con ellos,
erigiéndose en su defensor, lo que provocó su enemistad con las autoridades
económicas, policiales y eclesiásticas de La Piojo.
Magalena Mercado, morena, de
cabellera trigueña, de edad comprendida entre al más de 25 y algo menos de 35, cuerpo
de curvas suaves y voz de dormitorio, además de creer en la Santísima Trinidad,
era una devota consagrada de la Virgen del Carmen. Había llegado a La Piojo
poco después de la llegada del cura párroco. Gozaba en el pueblo de una
profunda admiración, respeto y hasta amor por parte de muchos hombres. Era
considerada “la mas puta entre las santas y la más santa entre todas las
putas”, llegando ella a considerar, que el ejercicio de su profesión, aquí en
el desierto, era una especie de santidad.
Pronto empezaron las denuncias
contra ambos. El Cristo fue acusado de incitar a los obreros para continuar la
huelga, de traer, de forma engañosa, gentes del sur para trabajar en las minas
del salitre, y de autorizar a una pareja de jóvenes a vivir juntos sin estar
casados. Fue encarcelado y torturado, y obligado a abandonar la Providencia,
bajo amenaza de muerte. Por su parte, Magdalena fue acusada de “no dejar vivir
en paz al cura párroco”, y obligada, también, a abandonar La Piojo. Ambos,
acompañados por don Anónimo y la gallina Sinforosa, y llevando consigo la imagen,
en yeso, de la Virgen del Carmen ( de quién Magalena resulta absolutamente
inseparable ), abandonaron La Piojo, instalándose en una pequeña colina en los
límites del desierto. Allí vivieron una corta temporada, y , allí recibían, el
Cristo a sus seguidores, y Magalena a su numerosa clientela. Don Anónimo era un
viejo loco, silencioso y pacífico, seguramente escapado de alguna loquera. No
se sabe como había llegado a Providencia, con una pala y una escoba como único
equipaje. Era conocido como El Loco de la Escoba. Allí, en La Piojo no conocía
a nadie. Fue recogido en su casa por Magalena, ocupando en ella un rinconcito,
junto a Sinforosa. Dedicaba casi todo su tiempo a barrer el desierto.
Finalmente, la gente de La
Piojo fue a recoger a Magalena para devolverla a su casa. Todos los vecinos, a
quienes Magalena financiaba sus servicios, la querían, y deseaban tenerla
cerca. También ella deseaba estar cerca del cura párroco, para seguirlo
fustigando, en venganza por los abusos que, de forma permanente, había ejercido
sobre ella desde los cinco años, y con
el propósito de tratar de arrancarle el reconocimiento de su paternidad, pues
sabía que, al nacer, su madre la había abandonado en la puerta de la iglesia,
como queriendo señalarle la casa del padre. Por su parte, los obreroa habían finalizado la huelga y vuelto al
trabajo, con la promesa de ver satisfechas sus demandas, incluído el descanso
dominical. Don Anónimo, que había desaparecido, fue encontrado muerto, y fue
enterrado en el desierto, que tantas veces había barrido. La gallina Sinforosa,
que había sido atropellada, y muerta, por un camión, resucitó al rozar su
cuerpo con las tapas de la Biblia que portaba el Cristo, y es posible que supiera
regresar a La Piojo. Por su parte, El Cristo de Elqui continúo con su
apostolado por las distintas salitreras del desierto de Atacama, impartiendo
prédicas y sermones en bién de la Humanidad.
No aclara el narrador, si los
últimos años de su vida, los dedicó el Cristo de Elqui a ofertar Consultas
Sentimentales a bajo precio, ó, por el contrario, si se dedicó a fabricar
guitarras y venderlas de casa en casa. Hay también, quien asegura que se
dedicó a escribir y venderlas después sus memorias de su pasado como predicador,
y hasta quién opina que murió pobre, tal como había vivido, en una casita de
madera, atendido por dos Magdalenas, que lo lavaban y cuidaban, como si del
mismo Cristo Redentor se tratara.
MANUEL JIMENEZ MEJIAS
ALBACETE
- MARZO - 2025